La verga de mi padre
Durante años he tenido la fortuna de poder comerme unas cuantas vergas...
Desde que descubrí mis habilidades para mamarla trato de hacerlo constantemente, y ver la reacción de mis parejas. Me pone cachondo.
En esta ocasión, todo comenzó como debe ser con alguien de confianza. Mi preferencia sexual era evidente en casa por lo que a mi familia no le sorprendía que se me salieran los ojos al ver caballeros en bóxers o bien desnudos en el gimnasio. Ese día en particular fuimos mi papá y yo. Después de una sesión de spinning y la respectiva escaladora para tornear mis piernas y redondear mis nalgas me dirigí a las regaderas. Debo decir que no hay cosa más hermosa que el olor a macho. Todos sudados, algunos marcados y otros fofibuenos. No soy una loca pero, ¿a quien no le da hambre cuando hay bufete?
Tomé mi toalla y caminé por el pasillo hasta las regaderas, supongo que aunque no soy evidente debo provocar algo porque entre ellos se veían y sonreían, no muevo la cola al caminar de hecho soy muy varonil, salvo por las mallas de ejercicio estampadas, pero nada loco solo colores... Llegué a mi regadera, me desnudé. Tan pronto entré llegaron dos tipos nada mal a visitarme...
-Hola galán ¿te molesta si te acompañamos? -dijo el primero, un tipo barbudo, todo sudado.
-No para nada - dije. Entraron y se pusieron muy cerca. Obviamente yo sabía sus intenciones pero aún no estaba listo.
-¿Supongo que quieren algo verdad? -les dije.
-Pues... como te digo... aunque eres muy reservado, sabemos que te gustan los hombres -respondió el tipo barbudo. Gotas de sudor le resbalaban por su peludo rostro. Y bueno -continuó- a nosotros nos gustan... los hombres que son lindos...
El otro tipo, más entrado en años e igual de sudado que su compañero, se acercó y recargó su verga en mis nalgas. Pude sentir como la piel se me ponía chinita. El otro tomó jabón y comenzó a enjabonarme el pecho.
-Tengo que ser honesto amigos -anuncié- Soy virgen. Y estoy esperando al hombre ideal.
Mis palabras no sonaron muy convincentes. El que estaba a mis espaldas me tenía agarrado por la cintura y restregaba aún su bastante bien dotada verga entre mis nalgas.
-Y cuéntame cómo es el hombre ideal -dijo.
Yo poco podía pensar. Tampoco importaba mucho, ya que estaba cediendo a la calentura porque ambas vergas me rozaban la una las nalgas y la otra la entrepierna.
De pronto la puerta de abrió y era mi padre. Entró. Los Chacales se salieron sin chistar.
-¿Todo bien? -preguntó mi viejo.
- Si Pa, gracias.
-Esos dos te están cazando desde hace meses, yo creo que si les gustas pero tú con calma no hay prisa....
Mi padre es un hombre muy atractivo y bueno la carne es la carne. Verlo ahí desnudo con el agua de la regadera viajando hacia el sur de su anatomía me ponía algo caliente y él lo notó, supongo. Entre otras cosas porque mi verga apuntaba al techo. Como si lo más normal entre un padre y un hijo que pretenden darse una ducha fuera que el pene del hijo estuviera bien erecto, mi papá siguió con sus quehaceres higiénicos.
-¿Te puedo ayudar? -me preguntó luego de un rato.
Yo quería decirle que sí, que hacía años que deseaba comerme su pito. Sé que era un pensamiento completamente absurdo entre padre e hijo, pero debo ser sincero: tendido en mi cama, a solas en mi habitación, agarrando una fotografía suya, me había masturbado cientos de veces imaginando que me comía su verga, la verga de mi padre. Si lo confesaba mis fantasías podría suceder varias cosas... Me abroncaría, o quizás me rechazaría...y diría que me había vuelto loco de atar.
Me faltó el valor para expresarme. Supongo que no me ayudó nada, cuando me volví hacia él, contemplar su verga, ahora parada, mientras el agua de la regadera se derramaba sobre su cuerpo. Su pene era largo y delgado. Estaba rodeado por una mata de pelo negro y bajo él, dos respetables bolas, también velludas.
-¿Quieres hacerme lo que aprendiste? -susurró él.
Mi padre me había enseñado cómo masturbar a un hombre. Cuando yo era aún más joven él había sido el vehículo del placer de mis sentido. De jovencito, un día llegado el momento de hablar de sexualidad, mi padre me dijo que si en verdad me gustaban los hombres podía con toda la confianza practicar con él y así lo hice... Él ya supo muy bien de mis gustos porque al fin y al cabo él era mi padre. ¿Quién si ni, además de mi madre, era capaz de conocerme tan bien? Pero además él era un adicto a la pornografía hétero y mientras veía las películas, acostumbra tocarse sin pudor. Decía que a mi madre le parecía normal y de vez en vez cuando la cosa se le antojaba lo ayudaba. Le echaba la mano o la boca, dependiendo de las ganas. Ese día, el día que me enseñó a hacer la paja a un hombre, estábamos solos en la casa. Yo atiné a entrar en su habitación y él estaba frete a su computador, por lo que me dijo ven siéntate. Me senté en el borde de la cama y él, dejando prendido el porno, se sentó junto a mí. Su verga se empezó a empalmar conforme avanzaba la película. Como si nada tomó mi mano y la puso sobre su garrote.
-Ayúdame hijo -dijo mi papá- que te voy diciendo qué nos gusta a los hombres. Yo sé que esto te gusta y te gustará más.
Así aprendí a acariciarla, a rozarla con las yemas de los dedos y jugar con la aureola de su cabeza. Cada verga es diferente y debe ser tratada como única..
-¡Quisiera chuparla!- le dije a mi padre, regresando a la realidad, ahí en plena ducha del gym.
La cara de papa era de pasión. Entornó los ojos y me miró fijamente a los ojos.
Luego me tomó por los cabellos y lentamente me fue haciendo arrodillar ante él. Su polla estaba apuntándome, como indicando que era bienvenido, y así sin más mi padre me hizo tragarla hasta sentir sus huevos en mi barba. mi garganta cedió ante ese intruso y él estaba en la gloria igual que yo...
Su ritmo era perfecto. Chupadas largas y luego cortas. Así una y otra y otra vez... Yo mamaba esa verga como si en ello se me fuera la vida. No sé cuánto pasó, pero finalmente mi padre aumentó el ritmo, y sus gemidos se intensificaron.
-Disfruta de tu leche paterna - y me dijo. Y sentí como mi boca fue inundada por ese líquido maravilloso que da vida a los hombres como yo. Ni una gota dejaría escapar. Era mi alimento yo me lo había ganado y él estaba feliz de alimentarme, su verga expulsándolo hirviente y delicioso. Yo bebí y bebí hasta la última gota...
Autor: Dinnie Vergamor
Publicado en: Cuentarelatos.com
Editado por Watch.
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