El hijo de mi esposa
Se llama Alberto. Lo conozco desde que tuvo 10 años, pues con su madre tenemos casi 20 años que nos conocemos y llevamos 15 de casados. Mi esposa lo tuvo de muy joven, con un hombre que la abandonó nada más nacer él. Yo la conocía de madre soltera; un escándalo familiar del que todo el mundo sabía. A mi ella me conmovió ya la primera vez que la vi y pese a las dificultades de nuestro entorno, logré convertirla en mi esposa y darle tres bellos hijos, a los que amamos con locura y devoción, Pero volviendo a Alberto, mientras fue creciendo se fue haciendo cada vez más hermoso. Las muchachas mueren por él, y creo que se ha cogido a todas las chicas que se han acercado a él.
Alberto comenzó a gustarme desde los 16 años, en que como dije se fue haciendo cada vez más hermoso. Yo lo deseaba en secreto. Cuando tenía sexo con su madre lo hacía pensando en él… Yo desde hace mucho sé que soy homosexual, por eso mantuve mi matrimonio más que nada como una fachada, pero a escondidas he tenido sexo con hombres. Desde hace ya tiempo, cada vez que tenía sexo con un hombre lo hacía pensando en Alberto. Bueno, así ha sido durante años, pero este año, tuve un viaje de trabajo a Bogotá y él viajó conmigo, y nos quedamos en un hotel… Allí hablamos mucho y le dije que soy homosexual. Él me dijo que me comprendía y que no se lo diría a su madre ni a nadie, que me respetaba. Se quedó dormido, con la tele encendida, y en la pantalla los súper héroes luchaban contra los súper villanos, y siempre ganaban. Yo me quedé mirando el bulto de su bóxer, deseando tocarlo, y acariciarlo, imaginando cómo sería lo que habría allí dentro y el placer que supondría para ambos mamarlo. Tuve que contenerme y masturbarme violentamente en el cuarto de aseo. Al día siguiente traté de acercarme a él, no sin sentir cierta culpabilidad. Le noté algo distante, y frío conmigo y lo achaqué a la conversación de la noche anterior, sobre todo en la confesión que le hice. Intenté acercarme a él, pero siempre me pareció que me rehuía. Y así fue durante algún tiempo, y aunque en ocasiones me seguía acompañando en mis viajes de negocios, y yo sentía lo amaba en secreto, pero nunca le hice mención alguna sobre mis sentimientos. Ni siquiera le he puse jamás una mano encima. Así ha sido hasta hace unos días, en que me reuní con unos amigos a una reunión de trabajo que tuvo lugar en Cartagena de Indias a la que Alberto me acompañó.
Allí bebimos mucho. Un querido amigo llegó de México y en honor a él, tomamos mucho tequila. Bebimos mucho, y aunque Alberto tomó mucho más, no supe censurar su actitud. Y cuando nos fuimos al hotel, él se desnudó y se acostó. No sé cómo sucedió. Yo me pasé a su cama y lo abracé y él estaba casi inconsciente. Pronto escuché sus ronquidos. Roncaba muy fuerte. Mis manos recorrieron su pecho y se posaron sobre su sexo: el bulto de sus bóxers. Comencé a masturbarlo levemente y a besar su pene. ¡Qué exquisito! Alberto pareció dejarse hacer: su pene estaba muy erecto, y yo se lo mamaba y lo mamaba hasta que se me ocurrió tomarle unas fotos. Y así lo hice. Lo filmé y le tomé fotos mientras yo le mamaba su delicioso pene, duro como el fierro. Y seguí tomando fotos mientras saboreaba su sexo y para mi deleite llegaron sus primeras reacciones en forma de suspiros y gemidos. No sé cuántas fotos hice, sólo sé que me detuve cuando se corrió, con un grito, y su esperma bañó mis mejillas y mis manos. Y entonces continué tomando más fotos que inmortalizaran aquel acto. Fotos y videos que las veo todos los días, y me masturbo pensando en ese delicioso momento…
Creo que él nunca supo que le tomé fotos y que lo filmé con mi celular. A las horas de ese día, se despertó y volvimos a la capital… De esto, fue apenas hace una semana, y me juré guardarme el secreto para mi mismo, no sin sentir cierta vergüenza: aunque Alberto era mi hijastro, aquello que le hice no dejaba de ser incesto. Pero me animé a escribir para compartirlo con ustedes, porqué sé que para mi fue lo más caliente que me ha pasado. Y por cierto, tengo ganas de publicar en internet esas fotos y videos, pero no lo haré: aquel momento es y fue sólo mío. No debe ser compartido con nadie más.
Ahora él me trata como si nada. La verdad no sé si recuerda o no lo que pasó, pero en cualquier caso ya no quiero hablar de ello con él. Y en secreto imagino que me encantaría que él me chupara a mi y me penetrara. Pero esto es un hecho que ni remotamente puede suceder. O tal vez si.
FIN
Autor anónimo.
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