EL HIJO DE UN SOLDADO. PRIMERA PARTE.




Casarse con un amor de la secundaria, unirse al ejército, tener un hijo y mudarse cada 6 meses, esa es en resumen la vida de mi padre.
Fui concebido en Ohio, nací en Alemania y fui criado en todos los puntos del globo. A papá siempre lo enviaban a otro lugar. Tan pronto desempacábamos venia el momento de volver a empacar y mudarnos nuevamente. Mama ya estaba cansada y yo más que nadie.

Estábamos viviendo en Osaka, Japón, cuando llegue a casa un día después de la escuela y vi a papa sentado en la cocina acompañado por vecinos y amigos del ejercito. Entre en la cocina y dejaron de conversar, papa levanto la mirada y vio que había llegado, enseguida note angustia en su rostro y sus ojos colorados por el llanto.

"¿Que es lo que pasa?" "¿Y mama donde esta?", le pregunte en vos baja, suponiendo que había pasado algo horrible. "¿Papa?"

Me miro y lo vi en su mirada, algo andaba mal, muy mal. Mi papa era un hombre robusto, pura masa solida por sus años de entrenamiento militar, fuertes y grandes brazos, el doble o el triple que los míos. Solo algo muy terrible haría que un hombre como el mostrara sus sentimientos. Yo corrí por el pasillo hacia mi habitación. Ella se había ido, no fue necesario escuchar las palabras para saberlo.
Varios minutos después golpearon a mi puerta, era papa que entro y se sentó junto a mí frotándome la espalda mientras lloraba sobre mi almohada.
"Corazón, por favor, no llores. Vamos a estar bien, tenemos que ser fuertes"
"¿Pero... que le paso a mama?" Y llore.
"Hubo un accidente mientras tu madre conducía, tu madre... ella ni siquiera lo sintió"
"Lo siento hijo, cuanto lo siento" y comenzó a llorar.
Era la única vez en mi vida que lo había visto derramar una lágrima.
Me envolvió entre sus brazos y lloramos juntos.

Tiempo después papa fue otra vez trasladado y volvimos a los Estados Unidos, por lo que podría estar más cerca de la familia. El siempre se sintió incomodo conmigo, sin saber que decir o hacer, porque el no me conocía tan bien como mama. Los militares se consumen en su trabajo y para ellos su familia siempre es secundaria, pero sabíamos que nos amaba aunque no lo demostrara seguido. Yo tenia ya 17 años, y desde que me había convertido en adolescente muy pocas veces escuche de su boca las palabras te amo. Eso no es algo que hace un soldado, pensaba.

En cierto modo, papa se había vuelto más débil después del funeral. Quizás se dio cuenta que desde ahora tendría que desempeñar dos papeles. Tal vez fue el dolor en su interior, lo que lo cambio e hico que comenzara a beber ocasionalmente, pero nunca en forma excesiva, alguna cerveza durante la tarde o la noche.

En el primer aniversario de la muerte de mama estuve todo el día solo en casa. Papa no había vuelto de la base, cosa que era extraña ya que nunca llegaba tarde y era ya medianoche. En la oscuridad desde el sofá vi aparecer su figura en la puerta y no le dije nada. El no me había. Paso su mano a través de su fino y negro cabello y luego se desabrocho la camisa y se dirigió a la cocina. La luz del refrigerador se encendió mientras sacaba una cerveza. Me di cuenta de que probablemente había estado pensando todo el día en las mismas cosas que yo, cosas que quería olvidar con el alcohol. Destapo la cerveza y se quedo detrás de la mesada. Tenía la camisa completamente desabrochada y pude mirar sus anchos hombros, su torso marcado, que deseaba tener yo también algún día. Teníamos la misma altura, pero mi cuerpo era más pequeño que el suyo aunque con un buen tono muscular, pero no tanto como el de él. Su pecho estaba cubierto por unos suaves pelos negros que le daban un tono oscuro. Yo apenas tenia vello desde la parte inferior de mi ombligo a mi entrepierna.

Su mano derecha alzo su cerveza mientras que la derecha cruzaba su pecho y acariciaba sus pectorales con los ojos cerrados. Yo me quede inmóvil en el sofá, y me preguntaba si tenía alguna posibilidad de ser tan musculoso como mi padre. Luego su mano desapareció de su pecho y se poso sobre su entrepierna. No podía ver su sexo maduro desde mi lugar por causa de la mesada y la botella de cerveza delante de el. Pero mi propia verga comenzó a agitarse. Esto era demasiado raro, me estaba encendiendo viendo a mi viejo. 

El continuaba palpando su entrepierna. Después de un rato quedo vacía la botella de cerveza y la puso a un lado por lo que podía ver un poco más. Contemple sus torpes manos, su cierre, la hebilla del cinturón. Hizo estallar el botón de su pantalón y metió su mano dentro. Mi tranca iba en aumento atrapada entre mi vaquero. No dije nada, seguí permaneciendo inmóvil. Papa movía sus musculosos brazos acariciando su polla. Miro hacia abajo. Con la otra mano fue bajando el calzoncillo, su polla iba a asomarse al exterior. Esto estaba mal, muy mal. ¿Pero que carajo estaba haciendo?
Yo suavemente baje el cierre de mi pantalón y saque mi verga. Goteaba el precum desde su punta a mi abdomen, mi mano la tomo y la deslice lentamente. Me pregunte si era grande como la de mi papa. Sabia que tenía una gran verga porque mis compañeros bromeaban al respecto y la llamaban Apolo, como el cohete, pero nunca pensé acerca de su tamaño. ¿La habría heredado del hombre que estaba allí masturbándose delante de mí? No lo sabía porque nunca se la había visto.

Los ojos de papa estaban cerrados, pero los míos miraban cada centímetro de su cuerpo, cincelados pectorales, marcados abdominales pero la mesada me impedía ver el resto. Su mano derecha en su pija se movía cada vez más rápido y más rápido. Tenía La boca ligeramente abierta, gestos de satisfacción se notaban en su rostro y su mano izquierda una vez se ocultaba debajo de la tela de su camisa. Parecía que se daba pellizcos.

Yo en medio del nerviosismo jalaba mi polla más y más rápido. Cerré los ojos. Los músculos de mis piernas estaban tensos, apretados por el placer y el miedo de ser descubierto por el militar que jalaba su tranca en la otra habitación. Humedecí con mi lengua mis labios y apreté entre mis dientes el labio superior, ligeramente.
Mi sentido de la audición se incremento al tener los ojos cerrados. Eso me permitió escuchar la respiración de mi papa y el sonido que sus manos producían al tomar su verga, ese miembro erecto que no podía contemplar. Se pajeaba de la misma manera en que yo lo hacia, imagine. Y me imagine que podía mirar su polla a través de sus ojos, mirando el valle de su musculoso pecho, a través de la llanura de su abdomen y esa línea V que señala su miembro rígido y pesados y cargados huevos que guardan el semen que me dio la vida.
La jaló más rápido y más rápido. Agarre la mía e hice lo mismo fuertemente, furiosamente. Escuche como mi viejo comenzaba a agitarse. "AHHH, AHHHH.... O SI... ASI"
Esos sonidos eran demasiado para mi y no pude evitar gemir de placer yo también, imaginando como caían en el suelo las espesas gotas de su tibia leche. Mis piernas comenzaron a temblar y mi cabeza se echo hacia atrás sobre el brazo del sofá. Mis pezones estaban endurecidos y mi polla hinchada a más no poder que jale por última vez.

"¡Ohhh, Dios!" salió de mi boca y las primeras gotas aterrizaron en mi cara, debajo de mis ojos y en mis labios. Una y otra vez bombea leche mi tranca.
Abrí los ojos y escuche el grito en la cocina.

“¡Oh Demonios! " gritaba mi padre.

Yo no sabia que hacer. No podía ocultarme, estaba débil y con la polla pegajosa todavía en mi mano.

El irrumpió en la habitación con su camisa abierta, exponiendo su torso ante para mi. Su cinturón aun colgaba a ambos lados de la protuberancia en sus pantalones.
 
“¿Qué carajo estas haciendo?" grito sobre mi.

Empecé a llorar, sin palabras. El agarro mi brazo y me sacudió.

"Que... ¡Maldita sea!” grite como el.

"Yo... Yo...” tartamudeaba, no sabia que decir.

"¡Cállate! ¡Cállate! ¡No quiero oír nada! ¡Levanta ya mismo el culo del sofá!", dijo. De tan cerca que lo tuve pude oler el alcohol en su aliento.

Me levante del sofá y quede parado frente a el, mis ojos frente a los suyos. Mi semen choreaba por mis mejillas e intente limpiarlo. El parecía furioso. Incline mi mirada hacia abajo, acomode mi verga dentro de mis pantalones y me fui temblando a mi habitación.

En la oscuridad, me recosté sobre la cama mirando hacia el techo y puse mis brazos en mi pecho. ¿Qué estaba pensando? ¿Qué iba a hacer ahora conmigo? ¡Pensara que soy un maldito marica!

Nunca más hablara conmigo. Me sentía débil y odiaba sentirme así, eso lo había aprendido de mi padre.

FIN DE LA PRIMERA PARTE
Texto e ilustraciones Josman.
Publicado originalmente en Handjobs Magazine
Traducción anónima, probablemente basada en la que aparace en Baratime&yaoi, y extraída del usuario Feche del foro Xtasis

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