De vacaciones en casa de mi padre...



Tengo 20 años de edad y actualmente mis padres están divorciados. Paso el mes de julio con mi padre, en su casa, y agosto en casa, con mi madre. Mi relación con ambos es cordial pero últimamente estoy experimentando una extraña fijación hacia mi padre que no es muy normal.

Al terminar el curso en la universidad fui a pasar una semana de vacaciones en casa de mi padre. Su novia, con la que vive, no estaba esa semana en casa. Me apetecía ir con mis amigos de viaje pero hacía meses que no lo veía y me había pedido que nos viésemos aunque sólo fuese una semanita. Accedí y, como pensaba aburrirme, me llevé libros y más libros, porque en la ciudad donde vive mi padre no conozco absolutamente a nadie. 

Además, mi padre trabajaba ese mes y sólo nos veíamos por la tarde y la noche.

El primer día nos fuimos a cenar a un restaurante y charlamos de estudios, trabajos, deportes, novias y viajes. Volvimos a casa y yo me quedé un rato en el jardín, refrescándome porque era una noche bastante calurosa. Como mi padre tenía que madrugar, se acostó rápidamente. Mi padre es muy dormilón y no se despierta por nada. Y si lo hace, se vuelve a dormir a los cinco segundos. Yo, al revés, me cuesta conciliar el sueño y si me desvelo, no hay nada que hacer.

Me aburrí de mirar estrellas y entré a mi habitación. Me quité la ropa dejándome los calzoncillos y me tendí en la cama pero me entraron ganas de orinar y fui al aseo. Pasé por delante de la habitación de mi padre, que estaba entornada para que entrara el fresco de la noche y me percaté que ya estaba durmiendo como un oso. Dormía boca abajo y con la débil luz de la luna, pude ver su tremenda silueta. Llevaba calzoncillos blancos, ajustados a la piel y la visión de su cuerpo me excitó. Oriné. Al volver a mi habitación se me ocurrió una idea muy atrevida y no pensé en los peligros que podía acarrearme.

Entré sin hacer ruido arrastrándome por el suelo y me escondí detrás de un sofá, en la parte más oscura del cuarto con intención de pasar un rato espiándolo. Seguía boca abajo. Yo me senté lo más cómodo que pude y me dispuse a disfrutar de la visión y de mi imaginación. El cuerpo de mi padre es atlético. Sus poderosas piernas acababan en un trasero varonil que tapaba aquella estúpida tela. El calzoncillo se adaptaba a su culo como un guante pero yo quería verlo entero. sólo me lo imaginaba. Su espalda era poderosa y su cabeza, con abundante cabello, era sensual y atractiva. Empecé a empalmarme lentamente y me acaricié imaginando que acariciaba a mi padre…

De pronto se giró y quedó boca arriba. Como si tuviésemos telepatía, no té que estaba inquieto, que se movía lentamente, sin despertarse, eso sí, y descubrí con auténtico placer y pánico que se estaba empalmando. El calzoncillo se ajustaba a su polla y a sus cojones pero su descomunal polla empujaba la tela. ¡Seguro que estaba teniendo un sueño erótico! ¡Y no tenía allí a su novia para desfogarse…!

Entonces se incorporó en la cama y yo casi me muero de miedo. Pensé que me había descubierto pero no. Se volvió a acostar y lo más maravilloso es que se quitó los calzoncillos, los dejó junto a su cuerpo y empezó a masturbarse. ¡Qué espectáculo! Su polla subía y subía. Tremenda. Con una mano se pajeaba y con la otra se acariciaba los cojones. Unos huevos que aparecían, la débil luz de la luna, redondos, oscuros, cubiertos de vello… Ummmmmmm. Y la polla seguía creciendo, se meneaba a derecha e izquierda siguiendo la presión de sus dedos…

Los míos también se aferraban a mi rabo.

Estuvo un buen rato mano arriba, mano abajo hasta que no aguantó más y empezó a meneársela con fuerza. De pronto eyaculó, lanzado un profundo y largo suspiro. Cogió los calzoncillos, se limpió el semen con ellos y los lanzó…. justo donde yo estaba. Me estremecí de miedo pero a los cinco segundos ya estaba mi padre durmiendo como un tronco. Se quedó boca arriba con lo que pude recrearme en su polla, que había disminuido de tamaño pero seguía tan atractiva como cuando estaba enhiesta… 

Cogí sus calzoncillos. Olí su semen y me lo restregué por mis dedos. Sirvió para lubricarme más mi polla y acabé de pajearme yo también. Me limpié también en sus calzoncillos y junté nuestros dos sémenes ya que no podía juntar mi polla con la suya. Dejé allí los calzoncillos y me ajusté los míos. Salí lentamente y volví a mi cuarto, a mi cama, donde me pasé todo el resto de la noche fantaseando…

¡Joder! ¡Ahora mi propio padre me ponía cachondo!

AUTOR: Anónimo

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