Mi primo el soldado



Me llamo Pablo y tengo 25 años, les voy a contar lo que me paso hace mucho tiempo con mi primo Carlos. Cuando cumplió 18 años, vino a vivir a Lima desde su pueblo en la sierra del Perú, para cumplir con el servicio militar obligatorio. 

Yo en ese entonces tenia 15 años y era flaquito , moreno y de pelo negro. Vivía con mi mamá, madre soltera, y varias tías. No conocí nunca a mi padre. Cuando me contaron que iba a vivir con nosotros yo estaba feliz porque en mi casa no había hombres y vivía rodeado de mujeres. Mi primo llego vestido de soldado, con el pelo cortado como militar es decir rapado casi totalmente menos adelante , era flaco, alto piel morena como somos casi todos en mi país. Yo lo miraba con admiración mientras el rodeado de todos en la sala conversaba con la familia, luego se despidió porque debía reportarse en su cuartel. Mamá dijo que sólo vendría los fines de semana y que debería compartir mi habitación y hasta mi cama con él, dado que no había más espacio en casa. Yo me alegre sin imaginar que esa seria mi perdición...

El primer sábado que tuvo libre llegó a casa a las tres de la tarde vestido de soldado comando ; yo estaba solo ; como era verano , vestía un short pequeño color celeste de educación física de la escuela, sin ropa interior, sandalias y una polerita blanca. Al abrir la puerta lo recibí con un cariñoso abrazo que el correspondió acariciándome la cabeza. Lo conduje al dormitorio donde le dije que compartiríamos la cama. Él dijo esta bien primo, como único signo de aprobación. Me senté en una silla y él en la cama y conversamos. Me contó del ejercito y yo estaba embelesado por las cosas que le hacía hacer a los muchachos allá, en nombre de la patria, muchachos que se hacían hombres al hacerse soldados. Al rato prendí la TV y nos pusimos a ver .De pronto se levantó y exclamó: ¡Qué calor! Se quito el uniforme y quedó en calzoncillo y polera sin mangas ambos verde claro. Ahí mismo me percate cómo sobresalía un bulto enorme bajo la tela. Se le demarcaba claramente un gran pene y un par de huevos . Yo le miraba, y le miraba pues me llamaba mucho la atención puesto que no podía imaginarme a alguien con semejante bulto en sus calzones. Se sentó abriendo sus piernas y recostándose hacia atrás para seguir viendo la TV , pero a cada momento yo volvía mi cabeza para mirar ese bulto que notaba que estaba creciendo. No tardó en darse cuenta de mi curiosidad y se acomodó el paquete con la mano sonriéndome raro. Yo me avergoncé y desvíe la mirada , pero como un imán volví a mirar como la pinga ya hinchada notoriamente la tela de su trusa… Y entonces me dijo: 

-¿Te gusta mirar mi pinga Pablito? 

Yo enrojecí. No le conteste pero seguí mirando asombrado la enorme tienda de campaña que se levantaba entre sus piernas. Carlos se quitó la polera sin mangas y mostró un pecho moreno y lampiño, con músculos pectorales firmes un abdomen sin grasa e igual eran los músculos de sus largas piernas morenas. El caso es que ahí se agarró la pinga y dijo con voz firme:

-Esto es para hacer feliz a cualquier mujer.

De pronto y como de casualidad ,en la TV pasaron imágenes de mujeres en la playa y eso le gustó mucho...

- ¡Ah qué ricas tetas! -susurró sin dejar de mirar la pantalla- ¡Oh, qué rico culo! 


La verdad que a mi no me atraían para nada las imágenes . Más me atraía verlo a él . De pronto metió su mano dentro de la trusa y comenzó a acariciarse por dentro, hasta que de pronto bajó el elástico y saltó su miembro afuera, blandiendo el aire. Era una enorme barra de carne parada oscilando que me hizo exclamar de admiración pues nunca había visto el miembro viril de un hombre.

-¡Qué grande lo tienes! -musité. Él se limitó a mirarme, sonriendo maliciosamente, y luego miraba su pinga alternadamente , como invitándome a degustar algo que yo no sabía. De Repente ya se estaba pajeándose de manera descarada, pues era claro que le excitaba hacerlo frente a mi, mientras que yo, con los ojos asombrados que no perdía detalle. Su mirada era maliciosa y sonreía pal hacerse la paja, como si fuera la cosa más natural del mundo. La TV seguía su programación, que ya ninguno de dos miraba. Me asombraba la cabezota más oscura de su glande, que descubría , su grosor y tamaño con una ligera curvatura. Él me miraba con deseo, porque antes que yo y sin yo saberlo, había descubierto que tenia tendencias homosexuales y no dejaría pasar la oportunidad...

Así puso en pie y se quitó totalmente el calzoncillo, para volver a sentarse. Quedé pasmado. Mi querido primo estaba totalmente desnudo, y sentí un cosquilleo en todo mi cuerpo. Ya no se agarraba el miembro, y éste se movía solo, como si tuviera vida propia. Yo estaba en la silla con mis rodillas juntas y y una mano en mi boca por la sorpresa. Entonces me dijo si quería jugar con su pija 

-Es un juego nuevo que te va a gustar Pablito- matizó. Y pronto me explicó cómo se jugaba. Básicamente me dijo que le ayudara a pajearse, que yo ya sabía lo que era eso, que seguro que algunas pajas me hacía, que eso era bien rico y mucho más si te ayudaban, y que me iba a enseñar... Que si quería ser soldado tenía que aprender muchas cosas, que eran sólo cosas de hombres.

Recostado en la cama como estaba me ordeno

-¡Venga soldado! -gritó con voz enérgica- ¡Va a cumplir mis ordenes!

Yo me levanté y me acerqué hasta estar entre sus piernas abiertas, parado muy firme esperando sus ordenes -

-¡Saluda a la bandera! -me ordenó, y se puso la mano en la sien como saludo militar y yo le imité. Así que a mis 15 años estaba muy firme saludado el mástil sin bandera de mi primo, el soldado conscripto. Era como un juego, si, pero contemplar era verga bien erguida me estaba poniendo malo. Sentí como que se me aflojaban las piernas y por raro que me pudiera parecer, mi propia verga estaba dura como el hierro entre mis calzones.

– ¡Ahora soldado posición descanso ! - mandó mi primo y yo abrí mis piernas poniendo las manos atrás muy quieto. Probablemente ya se habría percatado del bulto entre mis piernas. Por lo tanto se acerco y me agarró mi pierna a la altura del muslo. Subió hasta entrar bajo mi short y me agarró la verga. Me oí suspirar. Luego mi entrepierna y manoseó mi culito, y yo sentí que me iba a desmayar... 

-¡Ves! - me decía- Es rico pajearse, y tocar al otro...

Continuó con su manoseo un buen rato provocándome escalofríos cada vez que me agarraba el pene. Un poco más tarde se detuvo y me ordenó que le hiciera lo mismo a él.. Me tomó la mano y me hizo pasarla por todo su pecho, bajando hasta su abdomen para luego llegar hasta su pene. Al tocarlo me estremecí. Lo sentí caliente, suave pero muy firme. Me enseñó el movimiento que quería, suave, arriba y abajo y retiró su mano y me dejo a mi solo... Me esmeré en pajearle a gusto, y aprendí rápido a frotarle; acto que repetiría muchas veces en el futuro. Pero esa lejana tarde me entregué completamente a su tranca. Mi mano se movía de arriba abajo... , luego con las dos manos, pues era enorme y apenas la abarcaba. Podía sentir entre mis manos el vigor de su juventud, que unido a sus gemidos me hicieron notar que yo jugaba el juego muy bien. Y cuando me hizo arrodillar y dijo que yo era un soldado muy obediente anunció que el juego continuaba de otra manera. Ahora la orden era que debía chupársela. Lo miré embelesado y obedecí al momento. Abrí mi boca y engullí su miembro. Con solo el glande me llenaba. Me agarraron arcadas pero luego me fui acostumbrando… Entonces él se puso de pie y en esa posición, seguimos ese acto oral bastante rato. Pronto me acostumbré a tener su sexo en mi boca y fue mas fácil meterlo hasta la profundidad de mi garganta, como un tragasable. Os juro que aquella verga fue la primera que me tragué en mi vida. Entonces ocurrió que me agarró la cabeza con ambas manos y comenzó a follarme rápido, con fuerza sin yo poder detenerle, y de pronto entre suspiros, me llenó la boca con algo caliente y salado: su semen. Se había corrido en mi boca. Cuando me la sacó de mi boca su lefa chorreaba en mi boca, garganta abajo.

- Esta es mi leche de macho que como primo te regalo -exclamó entre gemidos.

Se fue al baño, probablemente para limpiarse y cuando regresó se sentó en la cama me atrajo hacia él. Me me abrazó dijo:

-¡Qué rico eres Pablito conmigo vas a ser muy feliz! - Y con sus labios buscó afanosamente los míos para darme el beso más fuerte y apasionado de mi vida mientras me abrazaba con sus fuertes brazos. Luego que sus manos me bajaron mi short hasta las rodillas y luego apretó mis desnudas nalgas con fuerza luego las abría y cerraba- Todo ello sirvió para que yo me excitara rápidamente y mi pequeño miembro comenzara a palpitar. Movió su mano en dirección a mi raja y con los dedos busco mi ano hasta que lo hallo y con un dedo fue penetrándome con firmeza. Yo me deje hacer, sorprendido. Nadie me había tocado ahí antes. Con mi cuerpo pegado al suyo sintiendo todo el calor de macho que emanaba, gemí impotente, mientras sus dedos se introducían en mi culo.

Todo este cúmulo de sensaciones me tenía totalmente transformado. No me dejaba pensar, no me daba cuenta que me estaba convertido en el marica que le daría gusto como el maricón que él necesitaba para vaciar toda su producción de esperma, que por el tamaño de sus bolas se me antojó abundante. Pero esa primera vez todavía yo no sabia todo eso y sólo me dejaba llevar. Pronto ya me quitó las ropa totalmente quedando esparcida en el suelo. Así encuerados nos revolcados en la cama, besándome , abrazado por sus brazos y piernas, no dejó un solo espacio de mi cuerpo sin acariciar, mientras su lengua se movía dentro de mi boca. Más adelante me puso en cuatro patas al filo de la cama, con su pene a las puertas de mi ano. Yo estaba aterrorizado por devorado por el deseo, ya dispuesto a realizar un sacrificio que la patria me debería por una eternidad. Cerré mis ojos cuando comencé a sentir que la punta de su glande trataba de abrirse paso entre mis nalgas para llegar a las profundidades de mi ser. Mi anito cerrado y virgen ponía resistencia, pero él más experto, comenzó a manosearme, y me mordía la oreja, me chupeteaba y lamia el cuello, hasta que me relajó un poco, y en ese momento algo cedió en mi interior y me penetró. Yo no lo supe, pero sólo me entró una parte.

-¡Qué rico me la aprieta tu culito, primo!- me decía. Pero luego empujó y entró la mitad, haciéndome gritar, pues sentí que me partía en dos mitades. 

-¡Ya no quiero jugar Carlos, que me duele mucho! -grité- Pero eso lo excito más. Yo gemía y el también.

– ¡Aguanta, ya te va a gustar! -susurró.

Y en ese momento me terminó de empalar. Pegué un grito. Dolor y placer se mezclaron, haciendo mi culo añicos. Pero su verga bien rica la tenia toda adentro. Sus huevos golpeaban los míos . Sentir esa verga entera en mi recto me llevó a mundos y sensaciones insospechadas. Me estuvo follando durante un largo rato, jadeando los dos. Inevitablemente Carlos comenzó a moverse como loco y yo tuve que morder la almohada para no gritar. Nunca en mi vida me volvieron a dar así por el culo o sería por que era un crío y lo sentí así. 


-¡Que rico, Pablito! -murmuró él sin dejar de taladrarme- ¡Me voy a correr, me voy a correr!

Su verga me destrozaba con envestidas cada vez más rápidas y feroces.

-¡Te voy a reventar el poto, primo…¡ahhhhhhh!l -gritó él.

Noté que su miembro palpitaba se hinchaba, dentro de mi, y con él mi recto, que estaba invadido totalmente. Sus movimientos eran más enérgicos, su respiración más profunda y fuerte y de pronto se detuvo: su verga pareció hincharse más y su voz se transformo en un jadeo, mientras todo su esperma se vaciaba dentro de mí. Su corrida me condujo hasta las nubes. Antes de sacármela, mi primo Carlos me masturbó con dedos hábiles y yo comencé a gozar también, hasta que con un suspiró logré correrme del placer que él me dio, mi propia lecha bañándole sus dedos y sus manos. Cuando llegaron mi madre y tías, que venían de oir misa, no les conté nada. En la mesa todo era alegría, a causa de la presencia de mi primo en la casa. Sólo yo estaba mudo, pues no sacaba de mi mente lo ocurrido. En la noche dormimos en la misma cama y me la metió otra vez.

Les digo que con el tiempo me gustó más y más ese juego con mi primo. Fueron cuatro años que vivió en la casa, porque se asimiló al ejercito. Llegaba los sábados muy agotado del cuartel y con enormes ganas de cogerme. Cada sábado mi culo recibía su pinga Llegaba con la leche contenida en sus cojones sabiendo que tenía el culo de su primo a su total disposición para vaciarse, y saciarse...

Fin.
Autor: Ronald Mancos.
Editado por: Watch.

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