El semen de mi tío Camilo


Hola, mi nombre es Rodrigo y les quiero contar la contar la primera vez que supe lo que era el semen, la lefa, la lechita o como lo quieran llamar Yo tenía alrededor de unos 14 años cuando mis tíos y mis primos vinieron de vacaciones. 

De niño siempre fui delgado y de piel blanca por lo que la mayoría de la gente me llamaba güero. Mi tío Camilo siempre me había llamado la atención, ya que el era muy alto y no era nada feo. A sus 31 años, su atlética figura y su masculinidad, aún lograban que al pasar, algunas chamacas se dieran la vuelta, admiradas, soltando una risita. Hasta yo hubiese hecho lo mismo, pero no me hacía falta. En ocasiones, cuando venía, siempre buscaba la ocasión para espiarle en secreto cuando se cambiaba, admirando su cuerpo. Su esposa, mi tía Virginia, de recta y católica educación, hubiera enloquecido de haberlo siquiera sospechado, muy a pesar de su aspecto poco cuidado y nada estilizado, con aquellos jeans tan prietos que se ponía que le embutían las piernas y le formaban unas posaderas que parecía que le iban a estallar cuando caminaba, o aquella maraña de enredados y demacrados cabellos que parecían haber probado todos los tintes posibles. A mi corta edad yo me fijaba en esas cosas, pero del porqué seguían juntos sólo Dios sabía... Quizás los niños que tenían, que eran mis primos, la pizpireta Marina, gorda y calcada a su madre y Camilín, ágil un saco de huesos que no paraba quieto no en sus dulces sueños. Con ellos, a veces cuando nadábamos de noche en la piscina de mi casa, jugábamos a contener la respiración o hacíamos carreras, pero siempre terminábamos mi tío y yo nadando de noche, solos él y yo.

Cierto día que jugábamos de noche en la piscina sentí algo duro dentro de su short, me imagine que su verga se le había puesto dura. Si a mi a veces me pasaba a mi, ¿por qué a él no? Era un pensamiento lógico. El caso es que  mi tío no se movía, sólo se quedaba quieto como para que no notara que algo le estaba pasando y se alejó a la parte mas honda de la alberca.

Yo nadé debajo del agua para tratar de alcanzarlo y claro, para ver si podía ver de cerca aquel bulto. Sentía curiosidad. La única verga que yo había palpado era la mía, una verga pre-púber, suavecita, lampiña y, todo hay que decirlo, pequeñita y más, tras tantas horas metido en el agua. Cual fue mi sorpresa que al acercarme vi como mi tío Camilo que, sin ningún pudor, se acariciaba la verga por encima del short. Entonces cuando estuve más cerca sin pensarlo le rocé aquel bulto y lo sentí durísimo, como si él tuviera un pedazo de hierro entra sus piernas. Además de duro, se me antojó muy grande. ¿Así era la verga de un hombre adulto bien parada? ¿Dura y larga? ¡No lo sabía!

Algo avergonzado por lo que acaba de hacer, salí a la superficie y me pareció que él, sobresaltado, se alejaba un poco.

-¿Qué haces sobrino? -me preguntó alterado.

-Nada tío, sólo lo traté de alcanzar porque me dejó solo. ¿Usted qué esta haciendo tan lejos eh?

-Nada, nada… Creo que necesito ir al baño, ya me voy a salir -dijo con voz firme.

Mi tío se salió rápidamente y se metió al baño, que estaba cerca de la piscina y el cual tenía una ventana por donde se podía ver todo. Yo no me daba por vencido, mi curiosidad me mataba y no me importaba un carajo que fuese el bulto de mi tío lo que yo ansiaba ver. Nadé lo mas rápido que pude y salí de la alberca. Corría hacía el baño y me subí a unas macetas para poder ver mejor dentro  y ahí lo que vi me dejó impresionado... Mi tío estaba sentado en el excusado con las piernas abiertas, el bañador bajado hasta sus rodillas, y jugaba con su verga, la jalaba, se ensalivaba la mano y volvía a jalarla. Se ve que lo estaba disfrutando por los gestos que hacia, y los ojos entornados.  De pronto los abrió y me vio ahí en la ventana. Ahí todo se paralizó, yo con la boca abierta, él aún agarrado a su verga, hasta que reaccione y me bajé  aterrorizado de la maceta.

Tomé valor y me acerqué a la puerta del baño, pesando que él me regañaría. Lejos de eso me animó a entrar y cuando lo hice él cerró la puerta con seguro: sinónimo de bronca, branca que me merecía por haber sido un crío, que sólo quería ver... ¿Qué? ¿Cómo diablos me había metido yo en semejante lío? Temblaba sólo de pensar en lo que podía mi tío Camilo contarle a mi papá y de ahí a un severo castigo sólo había un paso.

-¿Por qué me estabas mirando Rodrigo?

-No sé tío -balbuceé- Es que quería ver si estaba usted bien porque salió rápido de la alberca y pensé que le había pasado algo. 

Obviamente, mentí.

-¡Pero eso está mal,  Rodrigo - gritó mi tío Camilo- Está mal que me estés espiando y sé que no es la primera vez que lo haces. Ya he visto como me espías cuando me cambio de ropa y cuando me baño.

Cabizbajo le respondí:

-Por favor, no le diga nada de esto a mis papas, ellos me matarán... ¡Ya no lo volveré a hacer!

-Mira mejor vamos a tu cuarto a cambiarnos y ahí hablamos de eso.

El camino a mi cuarto jamás se me había hecho tan largo. Mi tío sabia que lo había estado espiando. No sabía que responderle. Yo sólo sentía pena, miedo por las consecuencia que todo eso implicaba. Muy nervioso y cuando estuvimos los dos solos en el cuarto me senté en la cama y comencé a llorar. Él de pie frente a mi se acerco y me acarició el cabello.

-¡No bebe, no llores! No te voy a regañar. -fue la primero que dijo.

-Lo siento mucho tío, ya no lo vuelvo a hacer. Se lo prometo.

-Mira está mal que estés espiando a las personas. Es normal que sientas curiosidad por ver un cuerpo desnudo... ¿Cuántos años tienes? ¿Trece, catorce?  Estás en edad de crecer y te estás desarrollando, Rodrigo. Así que...

De repente mi tío se bajó el short hasta las rodillas, dejando ver su enorme y negra verga, que estaba en reposo. Comprada con la mía se me antojó enorme, pero me gustaba. Debo admitir que en aquella ocasión era el primer pene  que veía en toda mi vida, a excepción del mío, claro, y tenía muchos pelos negros y una cabecita rosa.

-¿Era esto lo que querías ver? - preguntó.

Yo guardé silencio. No sabía qué debía decir.

-¿Te gusta lo que vez Rodri? -insistió.

-Tío es que… ¡Es muy grande! -atiné a decir-  ¿Cuánto medirá?

- ¿Eso te preocupa, sobrino? No se, nunca me la he medido. Esto que vez se llama pene, pero le puedes decir de muchas maneras, pito, verga, polla. Y es lo que los hombres tenemos entre las piernas. Dios nos lo dio para mear, y además, cuando nos hacemos mayores, para traer hijos al mundo. 

Ahora fue él quien guardó silencio. Pareció sopesar sus palabras.

- Bueno sobrino, la verga también valdrá para otras cosas, cosas que hacemos nosotros los hombres solos. Cuando se nos para el pito, se le llama tener una erección. ¡Tu ya debes saber eso!

-¡Si! -afirmé yo sin tener ni idea de lo que refería con lo de cosas que hacemos nosotros los hombres solos- En la escuela nos habían hablado de eso -sentencié.

-¿Y sabes lo que es el semen? -inquirió.

-No recuerdo ahora que es...

De nuevo le mentí recordando una excelente clase de educación sexual en la escuela...

-Bueno es la leche que saca la verga -dijo mi tío- Es cómo un líquido blanquito que se parece a la leche. Esa leche lleva a los espermas que sirven para hacer bebes.

-¡Leche que saca la verga! -exclamé- ¿Y cómo es eso, tío? ¡A mi no me sale!

-¿No te sale la leche de tu pito aún?

-No. 

-Esto es tu papá quien debería contártelo... -susurró

-¡Pues cuéntemelo usted!

-¿Quieres que te enseñe como nos sale el semen a los hombres?

-¡Si por favor! -le rogué ansioso.

-Esta bien, pero será nuestro secreto, no se lo debes contar a nadie, ni a tus primos, ni a tu tía, ni a tus padres porque si no podríamos tener problemas.

-Se lo prometo, pero por favor déjeme ver el semen.

-Tendrás que ayudarme. ¿Viste como estaba yo jugando con mi verga hace rato? 

Dio un paso adelante, plantado frente a mi y comenzó a tocarse aquella vergota.

-Adelante, tócala, Rodrigo.

Sin temor la tomé con mis dos manos y la apreté y ésta pareció cobrar vida., Se sentía dura, caliente y palpitante. Se le remarcaban las venas a lo largo del tronco, como un ser viviendo dentro de su ser. Embelesado comencé a jalarla lentamente aún con curiosidad. El tomaba mi mano y me guiaba al jalársela. 

Con esa verga entre mis manos, quise ir más allá. Quería probarla como había oído decir en el recreo de la escuela que hacían algunas mujeres a sus hombres. Asé que la lleve a mi boca y le di una lamida a la cabeza. Mi tío dio un pequeño salto cuando sintió mi lengua acariciar su glande. Él intento alejarse pero yo me acerque más y metí esa verga a mi boca. Era la primera vez en mi vida que tocaba una verga y ahora me la estaba comiendo. Tenía ese pedazo de carne caliente en mi boca y me gustaba su sabor. Mi tio Camilo no puso resistencia y me dejo hacer entre gemidos; yo metía y sacaba esa verga de mi boca, la recorría con la mi lengua, la tragaba hasta mi garganta y él parecía disfrutarlo pues ocasiones no podía controlar sus suspiros de placer.

-¡Ya me vas a hacer venir chaparro! -exclamó él.

-¿Qué es eso de venir? -pregunté sin dejar de jalársela.

-¡Que ya me va a salir la leche, mijo!

-¡Quiero ver eso!

-¡Entonces síguemela jalando, mijito! -suspiró.

Continué jalándole su pito y de pronto comenzó a palpitar. Mi tío dio un enorme y profundo suspiro y  uno, dos, tres, cuatro disparos de semen calientito fueron a parar a mis mejillas y a mi boca. Alcancé a tragar parte de su semen y no me desagradó. Sabía un poco salado. Al cabo, mientras mi tío temblando por lo que acaba de suceder, intentaba acomodar su respiración, yo tome un poco del semen que cayó en mi cara y estuve oliéndolo, viéndolo, analizándolo. Era viscoso y muy pejagoso.

-Te he dejado la cara llena de leche, Rodrigo.

Y me enderecé, buscando algo con qué limpiarme la cara.

-¿Ya le habías chupado la verga a alguien?

-No tío, es el primer pito que veo y es la primera vez que chupo una verga.

-Bien Rodri, chupas muy rico mi niño. ¿Sabes? A tu tía Virginia no le gusta hacerme eso -dijo él con cierto deje de tristeza.

-Yo se lo hago las veces que quiera tío, pero por favor no me regañe.

Mi tío se acomodó los shorts y me dio un abrazo.

Esa fue la primera mamada que di y se la di a mi tío Camilo. Con él tuve otros encuentros, pero sólo se la chupé. Nunca quiso penetrarme porque dijo que me iba a doler mucho y que no quería lastimarme, así que sólo me dejaba chupársela. A veces se la chupaba en la alberca, o en mi cuarto... La última vez que se la chupe yo ya tenia 16 años y fue nuestra despedida pues él se fue a trabajar a Estados Unidos y lo dejé de ver.
FIN
Autor: Chaketo
Editado por Watch

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