Me desvirgó mi hermano menor
Fue una tarde de un sábado del mes de abril. Estábamos en la sala de mi casa mi hermano menor, o mejor dicho mi medio hermano, mis hermanas y sobrinos departiendo una tarde sabatina en familia. Como era ya costumbre entre los hermanos nos reuníamos a menudo para tomar algunos tragos, junto a nuestros padres y demás familiares.
Era mi hermano de 21 años y yo de 35 años. Delgado, altivo, y gallardo, se veía muy guapo y elegante, de una silueta muy bien marcada y unas nalgas que podrían quitarle el sueño a mas de uno, inclusive a mi, su hermano mayor. Usaba los pantalones algo ajustados, donde dejaba ver claramente el bulto en su entrepierna. Cada vez que él llegaba de la capital, yo contenía baja la mirada para no dar indicios de mi inclinación homosexual, pero por más que lo intentaba, mi mirada siempre se detenía en su entre sus piernas, que quizás por la imaginación, creí en algún momento verla mas abultada.
Así transcurrieron algunos meses y mis hermanas y hermanos nos seguimos reuniendo en casa de mis padres para departir en familia. Y una tarde de ese mes de abril, mi hermano torpemente derramó encima de sus pantalones el vaso de licor que estaba en el borde de la mesa. mojando así gran parte de su ropa. Algunos nos reímos del incidente y luego de muchas carcajadas se fue a limpiar, y cambiar de ropa. Como no tenia otros pantalones que ponerse, le dije que podía usar alguno de los míos ya que éramos de la misma talla. Él algo apenado y un poco mareado, me pidió que por favor le acompañara hasta mi casa a ver qué podíamos encontrar que fuera de su gusto.
Ya en casa, al llegar a la sala de baño se quitó la franela y fue entonces cuando me pude deleitar con sus hermosos pectorales y su abdomen tan bien formado. Un escalofrío de inquietud me heló los huesos, mientras que lentamente él iba despojándose de sus pantalones hasta quedar en bóxer. Me quedé inmóvil en medio de la habitación contemplando su bien trabajado trasero, su cuerpo blanco y con muchas pecas , su espalda ancha y provocativa.. Lo miré fijamente temblando y recorrí con la mirada todo su hermoso cuerpo, detallando todo para guardarlo en mi mente y así recordar en las noches su apetecible y deseado pene, y tener un motivo para soñar con él en mi soledad. De súbito él se acercó a mi y notando que temblaba, se acercó hasta mi y me dijo que él se había dado cuenta todo este tiempo que yo lo observaba meticulosamente, y que estaba claro que también sabía que él no me era indiferente… De momento no supe qué decir y cuando trate de salir de ahí, me tomó de la mano y se la puso en su duro y bien grueso pene. No logré alejar mi mano de ahí y lo toqué, y de inmediato, en un arrebato, lo saqué de su bóxer, casi desesperado por llevármelo a la boca .Él me tomó de los hombros, me bajó y tomó mi cabeza, y colocó su duro, blanco y hermoso pene frente a mi. Abriéndome la boca con sus manos, lo introdujo lentamente mientras me acariciaba el pelo y me decía con voz entrecortada:
-¡Sigue así! Eso es... Muy bien ¡Qué rico!
Acto seguido me sujetó y me volteó y bajándome los pantalones con sutileza, me tocó las nalgas hasta llegar a mi ano, que acarició con lascivia. Agarró un condón del bolsillo de su pantalón, tirado y manchado en el suelo, y se lo colocó con algo de dificultad. Se ensalivó los dedos, que luego introdujo violentamente en mi ano, no sin dolor. Luego comenzó a penetrarme poco a poco, hasta lograr meterlo todo y follarme bien.
Creí que moriría en ese momento. Yo nunca imaginé que algo así me estuviera pasando. Me penetraban por vez primera. ¡Mi hermano menor me estaba desvirgando el culo! Pero a cada segundo él me acometía con un mete-saca de locos, cada vez con más fuerza, partiéndome el culo en dos mitades. Su exclamación de delirio y placer, casi un grito, lograron que mi verga se pusiera dura como el fierro, ya a punto de reventar. Yo también gritaba. A veces de dolor, otras veces de puro placer. Me cogió de los hombros, con sus fuertes manos, para no dejar de penetrarme una y otra vez y con un profundo gemido de placer sentí venir su eyaculación: de algún modo logró salirse de mis entrañas y en el último momento, se quitó el condón. Sus chorros de esperma se derramaron sobre mi espalda, en una algarabía de gemidos y suspiros, hasta descargar toda su lujuria y sus deseos de sexo…
Luego me vine yo. Él nomás me agarró la verga, aún situado a mis espaldas, y furiosamente me masturbó. Grité cuando me alcanzó el orgasmo, porque nunca había sentido algo así. Me corrí viendo mi leche se desparramándose a chorros sobre mi abdomen.
Después de eso nos hemos convertido en amantes. Solemos vernos muy a menudo y a escondidas una vez por semana.
FIN.
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