La lechita de papá.

Un hilo de saliva conectó sus bocas mientras separaban sus labios, laslenguas acariciándose con pasión. La saliva cayó en la barbilla del menor, quién miraba embobado al hombre que lo embestía con entrega, absorto como estaba en el cuerpo atlético y compacto del joven. Los sollozos entrecortados rompían el silencio, el joven con la boca abierta de placer al sentir a su padre expandir su cavidad anal con avaricia, con decisión, con el propósito de re-ordenar las entrañas de su hijo. Justo eso era lo que parecía querer el segundo. Sensualmente, el hijo rodeó la cintura del mayor con sus fuertes piernas, atrayéndolo de nuevo hacia adelante para comenzar un nuevo ataque de besos y gemidos. El maduro redobló furiosamente el bombardeo contra el culo dilatado, emocionándose aún más por la respuesta ferviente del menor, quién afirmaba con la cabeza y pedía más con una expresión de dolor mezclado de placer. Él podía aguantar el trato duro y su padre parecía saberlo, porque siguieron con esa embestida animal por varios minutos hasta que los besos se volvieron más profundos y, al reacomodarse, el imponente falo del padre salió del ano enrojecido, permaneciendo tenazmente presionado contra el trasero del menor. Al separarse para tomar aire, el padre observó maravillado como su hijo abría la boca, y con un morbo inmenso, lamía con goce los dedos del padre. Tenían la mirada clavada en los ojos del otro cuando el menor guío ambos dedos a su culo, y con una expresión de necesidad, recibió dos y luego tres dedos en su interior. ¿Qué sentido tenía disimular? Él quería a su padre dentro, sus dedos acariciando su próstata sin piedad, expandiendo aún más el culo usado. Hipnotizado, el padre consentía a su retoño, presionando ambas frentes mientras sus dedos entraban y salían del ano abierto, la verga del menor hinchándose cada vez más y sus suspiros cada vez más fuertes. No pudo contenerse, sabía lo que su hijo necesitaba. 
 - ¿Quieres que te llene de lechita, nene? -- su voz rasposa, apenas un susurro, pareció resonar con la fuerza del morbo que lo invadía. 
 - Mhn... pá... - respondió el joven excitado y con un nudo en la garganta ante la expectativa. 
- ¿Qué pasa, nene?... ¿quieres lechita de papá? -- ronroneó el padre, su verga moviéndose contra el costado del glúteo del menor, haciendo una invitación difícil de rechazar. 
- ¿Se puede, pá? -- el menor volvió a ensalivar los dedos de su padre, los cuales regresaron a su interior mientras seguían con la fantasía -... ¿Está tibia? ¿Es mucha?... 
- Es toda la que tengo, nene. Tibia y cremosa. 
Ansioso, su hijo le arrebató un beso húmedo, el cual el padre disfrutó. Al separarse besó el cuello del joven dando pequeñas mordidas. El menor sintió el pecho sudoroso del padre contra el suyo y su erección posicionándose contra su ano mientras le hablaba al oído 
- ... Está mal, hijo. Esta muy mal... no deberíamos... - 
- Sí esta mal, pá ... -- gimió el joven mientras relajaba su ano, dejándolo coquetear con el falo ya descubierto de su padre empujando peligrosamente contra el orificio. Tan caliente, tan lleno de leche... tan listo para descargarse dentro de él... 
- ... Imagínate, pá, imagínate que me llenas el culito y me preñas... - sintió su verga pulsar con la idea, un deseo oscuro de ser poseído por su padre sin ninguna protección- ...Me preñas y me haces un hermanito, pá...
Gimió quedito, sugerentemente, mientras la verga de su padre se abrió camino en su interior. Su padre estaba hechizado con la sugerencia, tenso y respirando pesado. Imaginó al glande besando su próstata mientras las sensibles paredes de su ano abrazaban el falo hirviendo. 
-¿Un h-hermanito? -- preguntó ronco su padre mientras comenzaba el vaivén, profundo y suave. 
El hijo quería desaparecer toda duda. 
-Sí, pá.... ¿te gusta la idea? ¿Puedes...? 
Ambos cuerpos se fundieron en sudor, saliva y precum, ambos en la misma fantasía. 
- ...Anda, préñame... lléname de lechita...- 
- ...Llenarte de lechita... - repitió el mayor mientras tomaba la cintura del joven y retomaba las embestidas, fascinado. - ... Sí, sí puedo... has sido un buen chico, te mereces un premio...- 
- No, pá... el premio es tuyo, inúndame con la lechita de papi... 
La cama comenzó a rechinar con fuerzas. Sin cerrar los ojos el joven continuó alentando al padre, abriendo cada vez más las piernas y susurrando fantasías al oído. El maduro abrazó con fuerza de oso a su hijo mientras descargaba cada chorro dentro de él, y con satisfacción de macho, repitió en el oído del joven sus ganas de preñarlo, de marcarlo como suyo. Le susurraba sin rodeos las ganas que él tenía de poseerlo así a diario, por toda la casa, en todas posiciones. Se lo decía sin descaro, con un deseo que era imposible no contagiar. En la última escena se apreciaba la semilla del padre escurriendo eróticamente fuera del culo dilatado mientras padre e hijo se besaban con pasión, el primero succionando el pezón del segundo. El hijo pedía que volviera a montarlo en la ducha. Sí, a montarlo... 

La pantalla se puso en negro al terminar el video. No sólo me sudaban las manos, sino que tenía la boca seca y el corazón palpitando con fuerza, bombeando toda la sangre posible a mi potente erección. Perplejo, regresé el video varios minutos para mirar las imágenes de mi atlético vecino Carlos, moviendo sus caderas rítmicamente contra el cuerpo de su hijo Ricardo. Me impresionaron mucho los besos profundos e íntimos, la cara de placer que ponía Ricardo cada vez que su padre lo impalaba, el control que Carlos ejercía y sus miradas, entregadas y obscenas, vulgares y llenas de cuidado, completamente sumidos en un deseo. Quizás fue porque no había dormido y ya era tarde, pero de pronto todo tuvo sentido en mi mente: un hombre maduro saciando el deseo de uno menor, los cuerpos sudorosos, las suplicas de más, la verga entrando en el culo y el culo recibiendo gustoso las embestidas. El maldito tabú que hacía todo tres veces más delicioso, porque estaba prohibido pero ni padre ni hijo podían superar la tentación. ¿Por qué... por qué resistir la tentación? ¿Qué caso tenía?... Y así, en la soledad de mi oscura habitación, nació un deseo desde la punta de mifalo babeante. Una desesperación total se apoderó de mi, y sin dudarlo, atravesé la puerta de mi cuarto en dirección a la habitación de al lado. No me sorprendió encontrar en ella a mi hijo mirando en silencio el video de Carlos y Ricardo, su erección juvenil libre y en todo su esplendor. Quise reprenderlo por tener la osadía de enviarme ese video, pero los bramidos sensuales provenientes de la pantalla me detuvieron en seco. En silencio, excitados y aturdidos, cedimos irremediablemente al video y volvimos a pegar nuestros ojos en la pantalla. Al concluir el video quedamos sumidos en la oscuridad, sólo el monitor iluminando nuestros cuerpos. Mi hijo se levantó de su silla, y haciendo un esfuerzo gigante, caminó hacia mi con torpeza producida por el temor... pero también el deseo. Vestido sólo con una playera sin mangas, su erección se balanceaba hipnóticamente a cada paso. Me tensé cuándo pasó junto a mi, su mano apenas rozando mi muslo, él apenas atizando a darme una sonrisa nerviosa mientras se dirigía a la puerta. 
- ¿A dónde vas? -- alcancé a articular, escandalizado por la sensualidad de mi hijo. Temblando de morbo, mi hijo se detuvo unos segundos, buscando mi mirada con una súplica muda. 
- Voy... voy a buscar leche -- carraspeó, su erección y la mía dando un pequeño brinco al escuchar las palabras. Atónito, sentí de pronto que tenía mucha ropa. Mi hijo notó mi nerviosismo, y envalentonado, lanzó una mirada lenta a mi entrepierna, dónde mi falo creaba una carpa humedecida en los shorts que usaba para dormir. 
- ¿Sabes dónde puedo encontrar? .... ¿Sabes dónde hay leche a esta hora, papá? - preguntó con voz seca, raposa. 
- ... H-hay un poco en la cocina, campeón...- respondí dudoso, tratando de mantener una sonrisa ecuánime, de conservar el poco autocontrol que aún tenía. 
- Claro... Allá hay lechita -- dijo mientras evaluaba mi erección y con su mano acariciaba su falo erecto involuntariamente durante microsegundos. Recayó en su descuido inmediatamente. Intimidado de nuevo, mi hijo se dio la vuelta y prosiguió su camino... sus nalgas moviéndose seductoramente ante mis ojos. Bien formado, respingado y firme, el culo juvenil era un canto de sirenas. Nunca lo había visto, y ahora que lo hacía... sólo quería tocarlo, presionarlo, morderlo. Pero ante todo, quería separar los glúteos y aspirar el olor del ano de mi hijo, aspirarlo todo entre sus quejidos justo antes de comenzar a besarlo con devoción. Sí, lamerlo hasta que estuviera listo para verlo tragarse mi falo y llenarlo... llenarlo de lechita tibia... lechita de papá... 

- Espera, campeón -- dije con voz seductora, entregado ya a mis deseos. Espere a que él volteara para dejar caer mis shorts al piso, aventándolos con un pie mientras hacia que mi verga erecta diera un par de rebotes contra mis piernas. Mi hijo abrió la boca, estupefacto. 
-Yo... yo te traigo la lechita -- le dije sonriendo, absorbiendo de una buena vez por todas el morbo que tenía por poseer a mi hijo, cumplir su fantasía, y la mía. Yo lo iba a alimentar esa noche. Maravillado, con los ojos fijos en mi erección, mi hijo esperaba instrucciones en el pasillo. 
-¿Q-quieres... quieres que te espere en algún lado, papá? -- dijo mientras su mano jalaba abiertamente su erección. En algún momento había perdido la playera. Mi mano dio un par de sacudidas a mi verga mientras veía a mi hijo, él excitado como nunca, casi babeando por meterse en la boca el falo que lo creó. Momentos así valen el riesgo. 
- Te sirvo la leche en mi habitación, campeón - dije mientras pasaba a su lado en dirección a mi cuarto sin romper nuestra mirada, mi mano izquierda rosando su cintura mientras la derecha seguía sacudiendo gentilmente mi falo grueso y venoso - ... No te tardes, "nene"... ya la tengo tibia y cremosita para ti...
Al entrar a mi recamara recordé la imagen del culo de Ricardo, abierto y enrojecido, chorreando el semen de Carlos. Sonreí sentado en el sillón. Tenía las piernas bien extendidas y mi hijo de rodillas entre ellas, enamorándose cada vez más de mi falo a cada segundo que pasaba. El culito de mi hijo se vería mejor escurriendo mi leche. Ahora era mi turno de preñar.
---
FIN.
Autor: David Maravilla.
Publicado originalmente (si no se demuestra lo contrario) en: Nifty Stories (https://www.nifty.org/nifty/gay/non-english/leche-de-papa)

Comentarios

  1. Relato maravillosamente bien escrito. Con los tópicos de siempre, te gusten o no, pero buena narrativa.

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