Juan, mi padrastro.
Mi papá se separó de mi madre cuando yo tenía apenas 5 años. Sinceramente no me acuerdo de él; más que por las fotos, y por pequeñas fotografías mentales, no se mucho de él, ni volví a saber que fue de él. Mamá se aseguró que yo creciera bajo su tutela, y si tuvo alguna pareja fue muy cuidadosa con ello. quizá para que yo no me confundiera o adoptara algún patrón de comportamiento.
Cuando cumplí 15 años nos mudamos de ciudad. Lo más difícil fue ya no ver a mi abuela; pero tratábamos de ir al año una vez, y pasar un mes completo con ella. También extrañaba a mis amigos, a mis vecinos, a mis primos y tíos, pero con el tiempo sus lugares fueron ocupados por gente nueva que se incluyó en mi vida. Cuando cumplí 16 años, mi vida dio un giro radical: nuevos amigos en la preparatoria y Juan; la nueva pareja de mamá. Mamá supuso que ya tenía la edad suficiente para que yo entendiera de las relaciones intrapersonales, así que fue la primera vez que llevó a alguien a casa. Al principio solo la dejaba en la entrada de la casa sin bajarse de su auto, luego caminaba hasta la puerta, y al final, después de casi un año, mamá le dio acceso dentro de la casa. Recuerdo bien ese día.
—¡Carlos! ¡baja! —grito ella desde las escaleras de abajo.
—¡voy! —no esperaba encontrármelo. Así que bajé sin playera, y con unos pijamas muy guangos.
—Ven… quiero presentarte a… ¡ponte una playera Carlos! Tenemos visita…
Mis ojos se abrieron tanto por la sorpresa, que subí de inmediato.
—No pasa nada… yo también lo hago cuando estoy solo en casa—escuché que le dijera a mi madre mientras subía los peldaños>>
—Ven, quiero presentarte a Juan.
Extendí mi mano. No me lo presentó como su pareja, al principio solo se refería a él como <<mi amigo juan>>. Pero… desde luego que yo sabía que eran alfo más ¿Quién se encierra en su habitación con un amigo después de comer, o sale casi todos los días con él, o se despiden de beso de boca? Obviamente yo comprendía eso.
Juan era muy agradable. Desde el principio se mostró muy atento conmigo. Él era alto, fornido, tenía una pancita normal, brazos fuertes, cabellera platinada, barba siempre recortada, ojos cafés claros, muy guapo y varonil. Pero lo que más me caía bien de él, es que se volvió como mi amigo. A juan le encantaba jugar video juegos como a mí, le encantaban las películas de terror como a mí, salíamos los tres al cine, al parque, a los centros comerciales; y como si yo fuera su hijo, siempre tuvo altos detalles conmigo.
Juan se ganó su confianza, y mi respeto con mucha facilidad. Tanto, que cuando le propuso matrimonio a mamá, fui el primero en decir sí. La boda no fue nada exagerada, muy familiar, muy íntimo. Eso sí… se llevó a mamá a parís de luna de miel… fue una lástima que yo no estuviera incluido; siempre les reproche eso.
Para cuando cumplí 18 años, juan ya era como mi… no sé si llamarle padre… lo seguiré llamando como mi mejor amigo por que más que mi padrastro, se había convertido en eso otro. Y me encantaba sentirme protegido y en plena confianza con él. Podía platicarle de cosas que a mi madre no; cosas como: los cambios en mi cuerpo. Esas cosas no sueles hablarlas con tu madre, no sé si con mi padre lo hubiera hecho… pero con juan era muy fácil hablar de esas cosas.
Esa navidad, fue la mejor navidad de toda mi vida. Había regalos bajo el árbol, cocinamos juntos la cena… pusimos el árbol juntos, era la familia que siempre quise tener. En la cena navideña llegaron amigos de juan, amigos de mamá, unos vecinos, dos amigos míos… fue una fiesta tan buena que todos se retiraron pasando las cinco de la mañana… mientras abríamos los regalos, los tres ya en pijamas, y platicando en la sala, con chocolate recién hecho por mamá… y entonces fue el momento perfecto.
—Ma…
—¿no te gustó tu regalo campeón? —dijo Juan.
—Tengo algo que decir…
Y ese fue el día que les conté que era gay… pero para no sonar tan duro primero dije que era bisexual, dije que sentía algo por los chicos… hubo un silencio… y luego juan le hizo una seña a mi madre con la mirada.
—¿Y cuál es el problema? —dijo mi madre —eso no te hace menos hijo… Yo te amo, y yo no tengo problema con ello.
Juan apoyó su comentario. Fue como dejar de cargar mil kilos sobre mi mente.
Cumplí los 19 y entonces después de meses sabáticos, por fin logré entrar a la universidad que tanto ansiaba. Quería ser Mercadólogo… creo que juan tuvo que ver un poco con mi decisión. El problema con los 19… en mi caso… hablo de mi caso solamente… es que fue exactamente el momento en que mi sexualidad comenzó a abrirse.
En la universidad comencé a tener mayor contacto con los chicos, y conocí a otros como yo <<gays>> y… abrir las puertas al morbo, al primer beso… el primer faje… a la primera masturbada compartida… cambió todo en mi cabeza. Fue como dejar de ser niño. El problema no es nada de esto, todo eso es normal, todos pasamos por ello. quizá a unos les llega antes ya otros más tarde, pero todos tenemos un despertar sexual. El mío pasó esa tarde. Cuando llegué de clase a casa…
—¿Eres tu campeón? —escuché a juan. Su voz provenía del cuarto de lavado; una habitación que habíamos adaptado para la lavadora y para hacer ejercicio. Juan compró todo un equipo de extensiones y pesas… nunca coincidíamos para ejercitarnos, pero ambos lo usábamos.
—¡Si! Llegué temprano... ¡vaya! ¿Qué es eso que huele tan bien?
—Estoy cocinando Albóndigas españolas —Juan salía de aquella habitación secando su cuerpo con una pequeña toalla. Su cuerpo estaba empapado en sudor, y… yo nunca lo había mirado con ojos de morbo. Tenía el torso duro, y los vellos plateados estaban tan húmedos. Traía unos shorts deportivos color azul oscuro… y por cómo se movía todo dentro… de inmediato noté que no llevaba calzones. Fue extraño, porque yo nunca había sentido calor por Juan…
Subí a mi habitación para borrar esa imagen de mi cabeza. No podía dejar de pensar en lo bien que se miraba mi padrastro… creo que me frustró más eso, que hasta descubrir que era homosexual. Desde ese momento no podía dejar de mirar a juan con morbo; repito: fue como haber despertado algo dentro de mí.
Al paso de los días pude contener un poco esas ganas. Pero cada que podía mi morbo me hacía perder el control y el respeto hacía la pareja de mi madre. Todo comenzó unas semanas después de aquella mañana...
Una mañana mientras todos nos cambiábamos para salir a nuestros destinos entré al baño de la habitación de mi madre… bueno… más bien solo entré a la habitación por que el baño estaba ocupado. El problema es que el baño principal de la casa estaba ocupado por mi mamá. Escuché el ruido del agua, juan se estaba bañando. En mi cabeza ocurrió algo así como una explosión de sentimientos, morbo, adrenalina y una respiración muy agitada. Quería mirarlo desnudo, y estaba perdiendo el control. La puerta estaba semi abierta, y en menos de lo que pensé, mi cara ya estaba asomada dentro… estaba de espaldas, desnudo, con la espuma por toda su cara y su cuerpo… se giró… tenía un miembro blanco con vellos grises y unas pelotas grandes llenas de espuma. El escuchó ruido, pero no pudo abrir los ojos, se quedó quieto.
—Martha ¿eres tú? —preguntó pensando que era mi madre. Yo no respondí, solo me aparté de inmediato. Mamá entró por detrás de mí, y me excusé diciendo que ese baño igual estaba ocupado. Así que bajé al baño principal. No fui atrapado, pero estuve a nada.
La segunda vez también fue arriesgada. De hecho, creo que me arriesgué de más. juan estaba dormido, mamá aun no llegaba del trabajo; ambos llegábamos casi a la misma hora. Comíamos juntos, y luego el subía para tomarse una siesta… y yo… pues hacía cosas que solemos hacer los jóvenes. Pero esa tarde de nuevo me entró el morbo.
Mi habitación estaba frente a la de ellos en la planta alta. Por fuera se escuchaban pequeños ronquidos. La puerta estaba cerrada, así que tuve que ser muy sigiloso para abrir. La luz era tenue, apenas alumbrado por la poca luz que entraba entre las cortinas amarillas. La televisión estaba encendida en un programa de noticias. La ropa de trabajo estaba sobre una silleta, sus zapatos bajo la cama. Se notaba que solo se había retirado la ropa, para luego echarse de inmediato. Solo lo cubría un bóxer rojo, y sus calcetines blancos. Mi corazón estaba tan emocionado como yo. Me quedé unos minutos solo mirando su estómago inflarse y luego soltar el aire en forma de ronquido. Se le dibujaba aquel miembro acomodado de lado, y esos huevos grandes entre las piernas semi abiertas. Tenía una mano cubriendo su rostro, y la otra sobre su ombligo, majando parte del elástico de la ropa interior.
Tomé el valor para sentir ese pedazo de carne. Primero unos dedos y luego la palma. Estaba muy flácido, pude sentirlo al oprimirlo un poco. Con mucho cuidado moví su mano para dejarme alzar el elástico… por fin tuve de frente esa verga rosa dormida enmarañada entre sus gruesos vellos plateados del pubis. Moví un poco el capullo para dejar salir aquella cabeza rosa. Estaba seca y muy limpia, la bajé un par de veces para ver su glande desnudo… pero por el pánico proferí dejarlo en paz y retirarme de ahí. Cuando lo miraba ahora sentía culpa de esa violación a su intimidad.
La tercera vez fue menos grave. Solo entré a su habitación para robar una prenda de su cesto de ropa. Tomé una trusa gris… olía muy rico, el siempre usaba perfume y se aseaba a tal grado de siempre proyectar limpieza. El problema es cuando una tarde jugando videojuegos con él en mi habitación… él tomó de la cama su ropa interior. La tenía oculta bajo mi almohada.
—¿Cómo ha llegado esto aquí? —dijo.
—Seguro tu esposa a confundido nuestra ropa otra vez —Bueno, hasta para eso yo era muy inteligente para responder.
—Tu mamá es un caso. Pero ¿Por qué debajo de la almohada? —me miró con duda.
—La puse ahí porque iba a regresarla. Seguro olvidé donde la puse y con eso que hago mi cama casi dormido… seguro se mezcló con las sábanas.
Me miró, pensó. Creo que encontró lógica, y ya no dijo más.
Al paso de los días comenzamos a armar las vacaciones a casa de la abuela. Nos iríamos un mes, Juan no podría ir por razones de trabajo; quizá nos alcanzaría unos días, pero para mí fue una mega notica, eso me ayudaría a despejar mi mente y a dejar de pensar en mi padrastro.
La maña noticia llegó cuando mi universidad notificó a mi mamá de unos cursos de verano que debía tomar en vacaciones debido a tres materias que no había exentado. Mi madre se puso furiosa ¡ya teníamos los boletos de avión! Así que tuvo que modificar el mío y pasarlo a un simple fin de semana. Fue su forma de castigarme.
Juan y yo llevamos a mamá al aeropuerto, el mal humor ya se le había pasado. Juan me dio una cátedra de por qué no debía andar reprobando. Llegamos a casa y me encerré en mi cuarto. Solo para dormir…
Cuando despierto a media tarde, me despierto por algo extraño. Siento una mano que mueve mis glúteos, como sacudiendo y moviéndome. En lo que iba despertando veo que es juan diciendo que me despierte, que había hecho de cenar. Pero yo estoy seguro de que ese par de caricias sobre mi culo, no eran solo movimientos para despertarme. Juraría haber sentido un tirón de mi bóxer, y una presión entre mi ano.
Cenamos… no hubo mucho que platicar. Lavamos los trastes sucios, y luego me ofreció una cerveza. La acepté; él se tomó otra y luego tomé una más… y cuando nos dimos cuenta ya estábamos en el sillón mirando videos musicales.
—Esa chica tiene buenas nalgas, como las tuyas>>—escuché. Pensé oír mal.
—¿Qué dijiste?
—Que esa mujer tiene unas nalgas muy bonitas… como las tuyas.
Ambos reímos. Quizá debí ponerme rojo o retraído. Quizá ofendido… pero en ese momento de nuevo perdí el control, como si una bestia se apoderara de mí sin poder reconocer a mi padrastro como algo intocable.
—Pues tu tampoco estás tan mal equipado.
—¿Te gustó mirarme en el baño? ¿o te gustó más tocarme dormido? ¿o robar mi ropa interior? —dijo mirándome con cachondeo.
—Creo que disfruté las tres… pensé que estarías enojado si te enteraras.
—Yo también pensé eso al principio. Pero creo que me agrada más de lo que me enoja… —se pasó a mi lado del sillón—de hecho… creo que me gusta de más.
No era un chico que pensara mucho las cosas antes de hacerlas. Así que cuando vi que abrió las piernas y se acomodó como si me invitara, puse mi mano sobre su verga, y comencé a masajearla. Se puso dura casi al instante, estaba bastante normal… no quiero presumir algo que no es… estaba bien, unos 16 o 17 centímetros… pero su verga era muy hermosa.
De inmediato se quitó toda la ropa. Sus piernas fuertes estaban muy abiertas para dejarme inclinarme a darle una buena mamada. Y si en algo me había hecho bueno era en el sexo oral. Tragué ese pedazo de verga con facilidad, escuchaba sus gemidos. Escuchaba como se contraía cada vez que mis labios llegaban a tope. Gemía como todo un macho.
Me gustaba lamerle las bosas y mirarlo desde abajo. Me hacía gestos de satisfacción… Y eso me llevó a dilatarme sin meterme nada. Me monté de inmediato a él y comencé a moverme sobre sus piernas, su verga quedó en mi entrada, me movía para que intentara entrar. De pronto el comenzó a empujar y en unos segundos ya tenía sus 16 centímetros dentro de mí. Se movía tan rico que mis nalgas rebotaban sobre sus huevos.
Era un hombre más grande que yo. No le costó levantarme para recostarme en la cama y seguir metiéndome su rica verga. Mirarlo con mis piernas sobre su cintura, y su cuerpo frente al mío gimiendo y gozando de tal cogida… nos llevó a un orgasmo casi en dueto. Bastó sentir su leche dentro de mí para hacerme vaciarme sobre mi abdomen. Sus contracciones acabaron en un abrazo, recostado el sobre mí.
Nos limpiamos, y luego subimos a nuestras habitaciones. Me sentí un poco mal… pero luego se repitió casi a diario y entendí que era algo que no podía controlar. Juan se volvió mi amante durante todas esas vacaciones; luego solo se podía cuando realmente no había nadie en casa. Pero sigo gozando de las ricas cogidas de Juan… Más que mi padrastro… mi mejor amigo, y amante.
FIN.
Autor: Anónimo
Del blog: Homorelatos
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