Mi sobrino Rafael
Estaba yo solo en Madrid, mi esposa hacía 10 días había viajado a Sevilla para ayudar a su hermana recién operada de cirugía estética, ya Ud. sabe: un implante de tetas de silicona, por aquí y otro por las nalgas, liposucción. En fin un picotillo de carne para lucir más joven.
Fue un viernes por la tarde que recibo una llamada del sobrino de mi mujer, Ricardo de 28 años y que vive con su novia en valencia. Me pregunta por su tía y le explico el motivo de su ausencia notándolo un poco contrariado. Le pregunto si hay algún problema y si puedo ayudarlo y me explica que está en el aeropuerto de barajas pero le han cancelado su vuelo a Londres, por mal tiempo en el destino y que no podrá volar hasta el siguiente día para ir a ver a su novia, que está cursando un curso de perfeccionamiento del inglés en la capital británica. Le invito a que venga a la casa, que aunque su tía no esté él siempre es bienvenido en nuestra casa. Apenado me dice que él no quisiera molestar y lo corto: – oye chaval, que vengas para acá y así me haces compañía, que estoy más aburrido que un sapo – se echa a reír y acepta.
-Tío, ¿cuál es la parada del metro dónde me tengo que quedar?, que ya ni me acuerdo – entonces le explico que tome la línea 8 y se baje en la estación de Colombia y que salga por el ascensor que sale a la calle príncipe de Vergara y de ahí camine hacia el mercado, me interrumpe para decirme que de ahí ya él sabe cómo llegar.
Aprovecho que Ricardo no ha llegado y me doy una ducha y me pongo el pantalón de un mono deportivo azul celeste, pero me quedo sin camisa, pongo a enfriar unas cervezas mahou y dos botellas de vino blanco. Al poco rato tocan el timbre de la puerta y abro y ahí estaba Ricardo con su amplia sonrisa, nos abrazamos y besamos al estilo europeo, con dos besos. A mí siempre se me olvida el segundo y Ricardo me reclama – tío, que siempre me dejas con las ganas – te falta el segundo beso – ah ya, le respondo yo y lo besó en la otra mejilla pero más efusivamente. Dale, pasa, estás en tu casa.
—Gracias tío, tú siempre tan amable y cariñoso, tú sabes que eres mi tío favorito —y se ríe, mostrando su dentadura tan perfecta.
—Bueno, por la frecuencia que nos visitas, no creo ser tan favorito.
—No tío no digas eso, tú sabes lo agitada que es la vida, puedes estar seguro que yo te quiero mucho – vuelve a reírse.
—Ponte cómodo, ¿quieres beber algo?
—No tío, tú sabes que yo no bebo-
—Pero puedes tomarme una cerveza o un albariño bien frío- le digo.
—Pues sí, un vinito blanco me viene bien, pero ¿tú crees que me pueda dar una ducha?
—No, aquí en Madrid está el agua racionada- y los dos nos reímos. Lo acompañó a la habitación y abre su maletín y saca un calzoncillo blanco y acto seguido se desnuda delante de mí y me pregunta:
—¿No te importa que me quede en cueros delante de ti, verdad?
—Para nada, como más cómodo te sientas.
—Gracias tío.
—veo que sigues haciendo muchos ejercicios – le digo; pero echándole un vistazo un poquitín prolongado a su hermosa polla, que cuelga al descuido con un poco de disimulada erección.
—Me da la espalda y se encamina al baño. Me quedo admirando aquél cuerpo tan atlético y aquellas nalgas tan perfectas y apetitosas. ¡Qué maravilla!
Ricardo siempre me ha gustado mucho. Es una belleza de hombre, de piel trigueña, pelo y ojos negros, altísimo, debe medir 190 cms. o quizás más, pues yo mido 185 y él es más alto. Es muy risueño, simpático, se comporta como un adolescente, gesticula mucho y habla con cierto amaneramiento, pero no es afeminado. Yo siempre lo he tratado con respeto, pero de vez en cuando, cuando nos vemos, le dejó caer alguna «chinita» o piropo solapado y él se ríe y se pone colorado y me dice:
-¡Ay tío, tu siempre con tus bromas!
Cuando él salió del baño yo estaba sirviendo una fuente con salpicón de langostinos, pulpo y calamares. Venía con una toalla anudada a la cintura.
-Podías haber dejado la toalla en el baño
—Ah, perdón, no sabía si podía.
—Claro que puedes. Estás autorizado nos volvemos a reír. Le sirvo
Una copa de vino y nos sentamos en el sofá, él ensarta un langostino con el tenedor de marisco y se lo lleva a la boca.
—Esto está delicioso – toma la copa y la alza preguntándome:
—¿Y por qué brindamos?
—¿Por qué quisieras tu brindar?
—Deja ver pues brindemos por la vida y por el amor
—Pues brindemos por la vida, por el amor y por nosotros, que también nos lo merecemos, ¿no es cierto nos reímos mientras chocamos las copas?.
—Pues sí que es cierto.
Encendí la tele y mientras comíamos y bebíamos, hacíamos cuentos. Ya íbamos terminando la segunda botella de vino, estábamos bastante alegres. Ricardo se acomodó en la «l» del sofá y subió las piernas. Y yo le digo bromeando:
—Cómo has ocupado mi lugar favorito, te voy a usar como almohada y me acosté en el sofá descansando mi cabeza en sus muslos, muy cerca de aquel hermoso paquete. Él se rio, medio turbado, un poco nervioso y agregué no te importa, verdad.
—Claro que no, pongámonos cómodos.
Aquella cercanía de mi nariz y boca a su bulto un poco más abultado, valga la redundancia, me iba excitando y ya se me notaba. Sentía también que su respiración se había agitado un poco, entonces le dije:
—Richard, tú no te imaginas lo que me gusta a mí oírte conversar.
—¿Ah sí? a mí también me gusta conversar contigo.
—También me gusta oler lo rico que tu hueles. No te enojes, pero debo decirte que incluso tu olor me excita.
-No creas, que ya me había percatado de tu erección y me tienes a millón viré mi cara y la hundí oliendo en sus atributos. El suspiró y yo acerqué mi mano y la pasé suavemente sobre su pinga dura y caliente.
Le bajé los calzoncillos y le fui lamiendo aquel hermoso tronco. Le acaricié con la lengua su glande y alcancé a degustar una humedad pre seminal, el adelantó su mano y me sacó la polla y me empezó a hacer una paja. Se cambió de posición y se colocó encima de mí metiéndosela en la boca y llevándola más allá de su garganta, pensé que se ahogaría, pues se la sacaba dando alguna arqueada, pero volvía a la carga.
Mientras tanto me puso aquél culito glorioso al alcance de mi lengua, le di un lengüetazo a esa hermosa flor y él gimió de placer. Me levanté despacio y le pedí amorosamente que se colocara bocabajo sobre el brazo del sofá, el obedeció sin chistar.
Le chupé el anito y le introduje la lengua varias veces con pasión, gemía y gemía y me pedía por favor que lo penetrara, me rogaba que quería ser mío. Lo fui dilatando con un dedo primero y después con dos y tres y rotándolos en círculo dentro de su estrecho esfínter.Sabía que no era su primera vez
Con mucha dulzura le pedí que no hiciera ninguna resistencia, que sí sentía dolor me avisará. Que aunque yo sabía que no era su primera vez, debía relajarse y confiar en mí. Lo lubriqué bien y le puse el glande en el huequito medio dilatado y le expliqué que cuando sintiera la presión por entrar, pujara como si fuera a cagar. Así lo hizo y aquellos 18 centímetros entraron hasta la mitad del mástil, yo paré y esperé un instante, el suspiró y me dijo:
—Hay papi, ¿qué es esto que estoy sintiendo?
—Esto que estás sintiendo se llama amar, nos estamos amando-¿Puedo entrar más?
—Si, por favor, la quiero toda adentro me decía mientras jadeaba de deseo.
—La introduje hasta el tope ahora te la voy sacando
—No, no me la saques
—Solo la voy a sacar un poquito le dije.
Comencé entonces a metérsela y sacársela y ambos estábamos disfrutando muchísimo, hasta que él me pide que lo haga más rápido.
-Así mi macho rico, así, más rápido, dame toda tu leche, más duro, fóllame más duro. Aquello que me pedía me excitaba mucho y le da cintura casi brutalmente. Comencé a venirme dentro de él, en lo profundo de sus entrañas. Él gimió y gimió, por último gritó de placer, tan alto que tuve miedo que nos fueran a oír los vecinos y le tapé la boca. Sentí que el convulsionaba y me atrapaba mi pene fuertemente dentro de su recto. A ambos nos temblaban las piernas. Se la saqué lentamente y observé que él también se había corrido.
-Esto nunca me había pasado, me has hecho correr sin siquiera tocármela. Sentí como una electricidad fría que me subió por toda la columna vertebral hasta la cabeza y unas convulsiones muy placenteras que me sacaron toda la leche.
-No siempre las parejas logran terminar a la vez. Esto no pasa siempre. Si nos ha pasado a ti y a mí, felicidades. Yo lo he disfrutado mucho. Por primera vez no he sentido remordimiento por lo que he hecho. Todo lo contrario. Me siento feliz y amado por un hombre como tú.
Pues debemos ser discretos, cuando podamos lo hacemos y mientras respetamos a tu tía y a tu novia. ¿Estás de acuerdo?
-Sí, mi amor. Yo te amo. Tú me haces muy feliz.
-Acuérdate que yo también te necesito a ti como hombre.
-Si, seguro. Despreocúpate que yo te haré muy feliz con mi morronga como tú dices.
Nos besamos apasionadamente, nos chupábamos las lenguas y nos tragábamos las salivas ya mezcladas.
AUTOR: Anónimo
Publicado en Homorelatos69.wixsite.com
Comentarios
Publicar un comentario
Exclusivo para mayores de 18 años.
No se admiten:
- Enlaces a páginas personales de redes sociales.
- Intercambios de números de teléfonos y/o correos electrónicos
- Anuncios personales de ofrecimientos sexuales y/o otro tipo de interrelaciones sociales.