MAMADA ACCIDENTAL
Me encanta chupar pollas. Por supuesto. Siendo yo un chico gay de 17 años de edad, ¿por qué no iba a gustarme? También me gusta divertirme. E irme de fiesta.
En cierta parte de la ciudad hay un viejo edificio abandonado que los chavales y las chavalas usan los fines de semana para sus fiestas privadas. Es nuestro botellón local, el preboliche, la farra previa a la discoteca, al concierto, la rave o a lo que se tercie. Allí, en los bajos, en una habitación concreta, alguien se ha tomado la libertad de agujerear y cincelar algunas paredes y así usarlas como un glory hole; ya sabéis lo que quiero decir: voluntariamente tu metes tu polla dura por el agujero, y al otro lado, un desconocido te la chupa de forma anónima y te mueres del gusto. Y a mi eso me encantaba, y ya tenía yo algún tiempo en que me había convertido voluntariamente en un adicto al agujero en la pared.
Era un viernes por la noche, tras una larga semana en el instituto. Yo ya sabía que algunos muchachos habían planeado un fiestón en el edificio abandonado. A mi la fiesta me molaba, pero yo principalmente acudía allí en busca de polla, a través del glory hole. Mientras que en los sótanos la música electrónica bramaba a todo volumen, y el alcohol se derramaba, ora en los estómagos de los chavales y chavalas, ora por los suelos por causa de histriónicos brindis, yo agazapado entre los muros, ya esperaba mi ración de verga. Y no tuve que esperar mucho.
Escuché la puerta abrirse y en la penumbra vi a un chico entrar. No pude ver quién era, pero muchos chavales que acuden al botellón, son bastante guapos, así que de buenas a primeras me alegré, imaginándome la escena previa a su entrada al lugar en el que estábamos: minutos antes probablemente estaría flirtenado con alguna chavala con la que ya sabía que no llegaría a nada, tomando cerveza directamente de la botella, y entre tragos, le habría dicho a ella vuelvo enseguida, voy a mear, y la habría dejado allí plantada, entre los demás asistentes, tan alcoholizada como él, con la música sonando, que no era ni música sinó meremente ruido, para subir hasta esta habítación, curiosear un poco, y claro, recibir una anónima mamada de otra anónima fémina, y seguir de fiesta...
El muchacho fue directo a la pared. Se quedó un rato ahí parado y la golpeó con sus nudillos, supongo que para comprobar si había alguien ahí o no. Yo le devolví los golpes, en mi lado de la pared para confirmar que no estaba solo. No dijo una palabra, en parte porque yo ya sabía de algunos chicos que no querían que se supiese que ahí, en el edificio, había chicos que les chupaban el rabo a otros chicos... Acto seguido vi como un pene erecto se asomaba por el agujero. Yo, al otro lado de la pared, ya me había agachado. En la penumbra se me antojó una verga hermosa, si señor. Ni grande, ni pequeña. Le calculé unos 14 cm de largo todo lo que se asomaba por el agujero. Y su grosor muy interesante, de esos que cuando están dentro de ti se ajustan como un guante. Un par de venitas bien visibles, un glande hermoso, como un champiñón y una mata de espeso vello negro, se debajan ver a través los contornos del agujero. Pura masculinidad.
Me puse directamente a trabajar. Comenzando sólo con mis labios, lentamente me deslicé hacia arriba y a lo largo del aquel mástil para cubrirlo con una capa de saliva. Despues de varias pasadas lentas a lo largo de su polla, comencé a trabajarle el capullo. Lentamente deslicé mi lengua por toda la cabeza de aquella verga, chupándola como una piruleta centrándome en su glande, acariciándolo firmemente con mi lengua húmeda. Mis esfuerzos recibieron una primera recompensa y así degusté las primeras gotas de su líquido preseminal. Cuando pruebo la leche de un chico en forma de esa primera emisión involuntaria, sé que estoy haciendo un buen trabajo y que él lo está disfrutando al máximo. Pronto le escuché gemir suavemente, mientras trabajaba con mis chupadas en la punta de su verga... Hay veces en que pienso que he nacido para esto, que soy un profesional y no me avergüenza admitirlo.
Mientras continuaba deslizándome hacia arriba y hacia abajo a lo largo de su miembro, apretándolo con mi lengua, dirigí especial atención a su cabeza, dibujando un flujo constantede su esencia masculina, y asumiendo que aquella no sería su primera mamada. Es decir, él había acudido aquí para ese próposito y no era la era la primera vez que acudía. Como si hubiera leído mis pensamientos, aquel muchacho respondió empujando levemente sus caderas contra la pared opuesta, lo cual hizo que aquella polla se asomara un poco más por el agujero. En un momento dado, su falo desapareció y en su lugar, un par de peludos cojones tomaron el agujero. Yo no me cansaba de acariciarle su escroto para devorarlo, entre mis dientes, sin perder ni un segundo. ¡Jesús! No me hartaría nunca de aquel chico.
Y entonces pude sentir que su clímax estaba cerca. Su polla se estaba poniendo más dura, y parecía que sus caderas empujaban más rápido la pared. Podía escuchar su respiración que se hacía más profunda con cada movimiento de mi lengua. De repente aquella respiración desesperada dio paso a gemidos de puro éxtasis.
¡Ooooh! ¡Ahhh! ¡Aaaargh!
Gimió, gruñó y encontró su camino a través de un poderoso orgasmo.
Varios trallazos de su semen varonil salieron disparados de esa verga, estrellándose en un mi boca expectante, cubriéndola de arriba a abajo. Quedó claro, a juzgar por el volumen de leche y la fuerza de su corrida, que aquel pobre chico estaba deseperadamente necesitado de mis servicios. ¡Vaya que si! ¡Y qué rico el sabor de su leche! Cuando terminó de correrse, le di un par de lametones más alrededor de su capullo sólo para mi propio deleite y seguí chupándolo, lo que de nuevo le hizo jadear y gemir de un modo claramente audible. Soy un firme creyente de que una verga debe drenarse debidamente a fondo y dejarla bien limpia, como los chorros del oro.
Y entonces aquel muchacho completamente agotado y satisfecho, con su verga ya totalmente flácida, se echó hacia atrás y se abotonó el cierre de sus jeans, guardando ahí dentro su maravilloso pene. Inclinándose hacia el agujero, dijo en voz baja:
-¡Joder tía*! ¡Es la mejor mamada que me han hecho nunca!
Para mi absoluta y total sorpresa, reconocí la voz. Era la voz de mi hermano mayor, Eddy, de 20 años de edad. ¡Sí, esa hermosa polla que había estado sirviendo pertenecía a mi popio hermano!
La sorpresa por poco poco me tumba.
Sumido en la penumbra, oí unos pasos alejarse. ¡Mi hermano! Teníamos que encontrarnos en el botellón para ir luego juntos a una sala de conciertos, donde iba a tocar un grupo de rock que eran amigos suyos y qué se yo. ¡La polla de mi hermano, con el que me encontraría minutos más tarde entre tragos de cerveza! Medio horrorizado por lo que estaba sucediendo, pero más caliente que el palo de un churrero, noté que mi verga no me cabía en el pantalón. Me abrí el cierre, la liberé, y fuertamente me la agarré con la imagen de mi propio hermano aún en mi cabeza.
Me masturbé frenéticamente pensado en Eddy y en su verga como únicos protagonistas de mi paja. No tardé mucho en correrme y cuando lo hice me pregunté si aquel encuentro abría algún tipo de una nueva relación entre nosotros dos como hermanos.
FIN.
*Tía: En España, coloquialismo para referirse a una chica, a una muchacha.
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