Mi cuñado, Andrés.
Andrés y mi hermana forman un matrimonio muy estable, al menos eso pienso yo. Llevaban 5 años de casados y ya tenían dos hijos, los dos varones. Gracias al trabajo de Andrés vivían en una casa muy grande; con todas las comodidades posibles. Por problemas personales me cambié de ciudad, y mi hermana no dudó en ofrecerme asilo. Me ofreció un cuarto en el segundo piso que servía como habitación de visitas. Sin duda tomé el apoyo.
Mis papás eran un poco difíciles; mi hermana se había ido de la ciudad desde muy joven, a pesar de conocer a mis sobrinos y a mi cuñado por fotos, no había tenido el gusto de tenerlo de frente. A los niño si, por qué viajaban con su mamá una vez al año de visita a casa de mis papás; pero después de 5 años por fin pude conocer a mi cuñado Andrés, del que tanto me habían hablado. Y bueno, me quedé como perplejo al ver la clase de hombre que se estaba comiendo mi hermana. Andrés, que le dicen el Guajiro, es un chico de provincia , de origen campesino. Fuerte como un roble y una piel encurtida por el sol en los trabajos de su campo natal. Ojos color de miel y un pelo castaño al que le empieza asomar una incipiente calvicie, que a sus 35 años lo vuelven un hombre muy interesante. Sus brazos son velludos y en su pecho los vellos se reparten de una forma muy atractiva. Ni un solo vello en la espalda ni en sus hombros. Sus modales son muy masculinos. En fin, Andrés es uno de esos hombres que despide por todos los poros de su piel el olor a macho. Pero claro, Andrés era sagrado e intocable al ser mi cuñado. Y así fueron los primeros tiempos de convivencia con ellos.
Mi hermana estaba enormemente feliz, pues estaba casada con un hombre que era la envidia de todas sus amistades. Sinceramente era muy difícil no ver a este macho con ojos de morbo. Tenía que amarrarme las ganas al ver sus ricas piernas, ese paquete que se le marcaba al caminar o al sentarse. Y ese olor tan afrodisíaco que despedía al llegar de trabajar.
Un día por equivocación; y más por chismoso, escuché una conversación de mi hermana con una amiga intima que le cambiaría el rumbo de su vida diametralmente. En esa conversación mi hermana se quejaba de las dificultades que confrontaba en la cama con su marido. Primero, mi hermana confesaba que la tenía aterrada la polla de su marido. Bueno se trataba de un hombre con una verga de 20 cms que además era bastante gorda. Por eso cada sesión de sexo con Andrés era para ella un verdadero martirio. Soportar aquel miembro no era nada fácil y lo peor era que Andrés le encantaba coger y podía estar dándole durante una hora sin correrse. Y como además era un tipo fuerte y atlético, pues eso la dejaba muy cansada y lo peor adolorida por varios días. Varios días que tenía que estar inventando cualquier pretexto para escapar de ser cogida por su esposo.
Pero ahora los problemas se habían incrementado, su marido quería encularla y a eso si no estaba dispuesta a acceder. Ella sabía que su marido era muy sexual y que como no estaba satisfecho todas las semanas se desahogaba con alguna que otra puñeta . Ella lo sabía, pero se hacía la de la vista gorda con tal de disminuir su suplicio en la cama. Y como es natural, Lucía que adoraba a su esposo sentía temor que esa insatisfacción terminara por hacer en su matrimonio una infidelidad o un quiebre. Estaba dispuesta a luchar por su felicidad pero estaba sufriendo mucho con las embestidas de su esposo, que era, por demás incansable. Esa conversación me dejó muy cachondo, mi hermana se quejaba por una cosa que a mi me volvería loco. Solo pensar en aquel hombre dándome tremenda cogida me puso duro de una forma, que muy disimuladamente me fui al baño y por primera vez en mi vida le fui infiel a mi hermana, pues me hice una paja soñando con tener en mi culo a la polla de mi cuñado. Luego me sentí culpable, pero como en fin, solo había sido mi imaginación pajera, pues no creía que tenía de que de arrepentirme de mucho. Pero ahora empecé a mirar a Andrés de una manera distinta. Ahora no perdía oportunidad para admirar cada uno de sus rasgos varoniles. Y como convivíamos en la misma casa de una forma u otra podía ver su pecho desnudo y con mucho disimulo me fijaba en la marca que le dejaba su paquete en el pantalón. Y de verdad que se le marcaba un tremendo miembro. Y en muchas ocasiones pude observar como aquel paquete estaba disparado, como queriendo reventar su pantalón, sobre todo cuando llegaba a casa y le daba un beso de bienvenida en la boca a mi hermana. La abrazaba y yo veía como la rozaba con su bulto, lo que ya sabía que a mi hermana le aterraba. Mi hermana siempre le tenía preparado el baño a Andrés para cuando el llegara y trataba de no tener necesidad de ir para nada al baño mientras el se duchaba por terror a ser follada y bueno como yo ya sabía las cosas, me era más fácilmente darme cuenta de las veces que mi hermana se esforzaba en el día por escapar de una follada de Andrés. Lógicamente a mi esta situación me alteraba. Saber lo necesitado que estaba Andrés de una buena mamada o de un culo bien apretadito que el pudiera gozar, me ponía de punta todos los vellos de mi cuerpo. Por otro lado entre Andrés y yo empezó a profundizarse una gran amistad. Lo primero que el sabía era que yo era homosexual, pues entre yo y mi hermana no había ningún secreto. Luego cuando él me veía observando a algún hombre, le quedaba claro que ideas pasaban por mi cabeza. Y pronto nuestras conversaciones sobre el tema fueron muy francas. Andrés era una persona que a pesar de su origen campesino no tenía ninguna reacción de rechazo a los homosexuales. Incluso me hablaba muy respetuosamente de amigos suyos que el sabía que eran homosexuales y lo veía como una cosa normal. Poco a poco, mi amistad con Andrés comenzó a ser más íntima. Conocí por su boca, que nunca se había follado a un hombre, pero que pensaba que culo por culo no había diferencia. Aquella alusión a mi me sobresaltó, pues Andrés me enloquecía como hombre, pero para mi era un hombre sagrado, pues era el esposo de mi hermana.
De repente Andrés me consiguió un trabajo en el Central Azucarero en el que él trabajaba y en muchas ocasiones viajábamos juntos al trabajo y esto empezó a unirnos cada vez más. En el trayecto conversábamos de muchas cosas y pronto Andrés se franqueó conmigo y me habló de su insatisfacción sexual con mi hermana. Que siempre se quedaba con ganas de coger y que en muchas ocasiones tenía que masturbarse para no serle infiel. Que él adoraba a mi hermana y esas ganas de darle por el culo le estaban torturando. Pero que a él no le gustaba la idea de estar con otra mujer y esta situación le hacía siempre estar con ganas de tener sexo. Le ponía la verga dura a todas horas; y no buscaba la manera de desahogarse. Un buen día, salimos a las once de la noche del Central rumbo a nuestra casa. Esa noche Andrés se veía algo inquieto, sus conversaciones no eran muy coherentes. Parecía que alguna idea lo estaba martillando por dentro, pero a pesar de nuestra confianza no me la compartía. De pronto entró con el camión en el aparcamiento de un hotelito que estaba al borde de la carretera y me dijo: Estoy muy cansado, necesito descansar unas horas, pues mañana tengo que estar temprano en el trabajo. Vamos a alquilar una habitación, nos tiramos a dormir y luego regresamos temprano al trabajo. Esta súbita decisión de Andrés me dejó perplejo. Por primera vez dormiríamos juntos y enseguida yo pensé en que el fuego y la pólvora, viene el diablo y la sopla. Sentí temor por lo que pudiera pasar y por otro lado sentí un deseo intenso de que pasara algo. Entramos a la pequeña habitación y rápidamente Andrés se quitó la ropa delante de mí y se fue al baño a ducharse. Por primera vez en mi vida lo vi desnudo y me quedé como atontado. Aquel hombre daba deseo de irle y pasarle la lengua por toda su piel, sentí un escalofrío y para tranquilizarme puse la tele y me fui a la terraza a fumarme un cigarrillo y controlar mis nervios. Cuando Andrés terminó de ducharse yo hice lo mismo y al salir del cuarto de baño me lo encontré totalmente desnudo y acostado en la cama boca arriba y con el cuarto en una penumbra muy acogedora. Tímidamente me acosté en la cama y a su lado, le di la espalda para evitar la provocación que su imagen me producía y de inmediato él apagó la luz, me dio las buenas noches y el silencio se apoderó del ambiente de la habitación. Ninguno pronunciaba una palabra, pero se sentía en el ambiente una carga de tensión que en cualquier momento estallaría. Y así fue, Andrés tomó la iniciativa, sin mediar una sola palabra me abrazó y mi cuerpo tembló. Sentí el calor de sus brazos en mi piel y en la oscuridad nuestras bocas se encontraron y comenzamos a besarnos. Sus besos eran ardientes y hacían que mi mente se quedara en blanco. Su lengua acarició mi cuello y pronto comenzó a disfrutar de mis tetillas que chupaba de una forma muy excitante. Sobre mí estaba acostado, nuestras bocas muy cerca, ni una sola palabra y yo sentía su polla dura como un palo entre mis piernas. Así estuvimos jugando un cierto tiempo, más de pronto puso una de las almohadas por debajo de mi cintura y levantó mis piernas y comenzó a mamarme el culo. Primero su lengua empezó a jugar con mi ojete, lo acariciaba, lo chupaba, me ensalivaba y yo me retorcía de placer. Después su lengua empezó a entrar en mi culo y mi esfínter cedía. Yo estaba enloqueciendo de placer. Ensalivó su polla y puso su cabeza en mi culo. Sus brazos estaban apoyados en la cama y me dejaban de una forma que mis manos solo podía acariciar su espalda. Y muy tiernamente me pidió que le diera un beso. Traté de incorporarme para cumplir su deseo pero no pude llegar a su boca, porque con fuerza su polla entró en mi culo y de un solo golpe se fue hasta que mis nalgas chocaron con sus huevos. Solté un grito que se confundió con sus expresiones de placer y ahora empecé a sentir aquella polla que tenía aterrada a mi hermana. Y no era para menos. Su grosor me hacía pensar que me iba a rajar y su longitud me daba la sensación de que me saldría por la boca. Sus primeras embestidas fueron lentas, pero constantes, mi culo fue cediendo y pronto aquel macho empezó a gozar mi culo de lo lindo. Me dió verga sin compasión y yo aguantaba sin ponerle freno. Sudábamos copiosamente, nos besábamos constantemente y mi lengua saboreaba su piel mientras él continuaba disfrutando mi culo. Cuando descargó su leche sentía como se estremecía y como sus manos apretaban mi cuerpo, lo que me hacía sentir el placer de ser poseído por un macho. En la penumbra pude ver su rostro de satisfacción y luego sus músculos se relajaron y volvieron besos y caricias y al fin sacó su polla de mi maltrecho culo. Nos fuimos al baño, nos aseamos y nos volvimos a acostar abrazándonos y besándonos. Así nos quedamos dormidos por un par de horas y cuando Andrés se despertó a media madrugada y me volvió a coger. Esa noche antes del amanecer me volvió a follar sin compasión; el hombre en verdad era insaciable, ahora entendía a mi hermana. Debía ser un martirio que te despertaran tres veces en la madrugada para saciar sus ganas. Nos despertamos a las 7 de la mañana, nos bañamos y nos fuimos a trabajar. Cuando me senté en el camión sentí como me había dejado el culo que parecía que se iba a quedar abierto y eso me hacía sentir una sensación de lujuria satisfecha que me llenaba de placer y el rostro de Andrés reflejaba una alegría como nunca se la había visto. No podía dejar de pensar en el, mi culo me hacía recordarlo con la sensación de aun tenerlo dentro. Y ahora vino lo bueno, Andrés comenzó a cogerme el culo todos los días, primero lo hacíamos en un hotelito y después empezó a follarme en el baño de la casa. Sabíamos que mi hermana por nada del mundo se acercaba al baño cuando Andrés estaba duchándose y eso lo aprovechábamos, pues nuestras dos habitaciones tenían una puerta al mismo baño. Así yo entraba al mío y hacía como que me tiraba a dormir y el entraba al suyo y se daba una ducha. Me follaba en el baño y en mi cuarto; donde le agarraban las ganas . Mientras mi hermana feliz estaba en las tareas de su casa. Las constantes cogidas de Andrés hicieron descansar a mi hermana que empezó a reflejar en su rostros una felicidad que hacía mucho tiempo no sentía. Y de repente estás situación trajo una armonía y una alegría a nuestra casa que se notaba constantemente. Pero a mi esto no me dejaba vivir y un buen día le dije a Andrés que me marcharía a vivir solo a un apartamento cercano. A Andrés la idea no le agradó para nada y no estuvo de acuerdo. Yo le expliqué que en mi nueva casa podíamos coger con toda tranquilidad. Pero él me explicó que no le gustaba, pues no soportaba la idea de que cuando él estuviera en su casa yo estuviera haciendo de las mías, pues él era muy celoso. Le expliqué que no toleraba lo que le estaba haciendo a mi hermana. Verla tan feliz sin saber que yo me estaba tirando a mi cuñado. El me explicó que desde que comenzó a follarme su relación había mejorado mucho. También me dijo que era una manera para evitar que fuera infiel con otras viejas. Me persuadió para quedarme un poco más; me hizo ver que en realidad era como un apoyo a su relación. Pero al final tuve que irme. Al cabo de unos meses me mudé a un departamento muy cercano a su casa. Al principio Andres se opuso, pero al final entendió.
Se dio cuenta que al estar cerca de su casa le quedaba de paso para coger antes de llegar a su casa. Hasta el día de hoy trabajamos juntos y como merienda tengo su verga enorme en mi culo todos los días. Me aprovecho de sus ganas interminables de tener sexo. Incluso hemos cogido en los baños del trabajo. Es muy demandante. Hay días que las ganas no le alcanzan a llegar a casa y termino chupándole la polla en el auto. Y aun así me da tremenda cogida al llegar a casa. Espero que esto nunca termine; que me he hecho adicto a la verga de mi cuñado.
FIN:
AUTOR: Mario_Sparta31
Publicado en: Homo Relatos
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