Mi nueva vida sexual
Durante su siesta, un hombre casado, descubre los placeres del sexo anal con su propio hijo.
Tengo 37 y estoy casado con una bonita mujer a quien todavía amo. Tenemos dos hijos, un varón de 16 años y una niña de 9. Somos una buena familia, por lo menos eso he creído yo hasta hace poco tiempo.
Lo que les voy a contar supone para mi un esfuerzo porque aún no he asumido totalmente lo ocurrido.
Me explico.
Una de estas tardes de verano, estaba yo echado en mi siesta complemente desnudo, puesto que en casa somos moderadamente liberales en este sentido. Así pues, boca abajo y en un profundo sopor típico de las siestas veraniegas, así me encontraba yo.
Me cuesta recordar cómo empezó todo porque me desperté levemente al notar caricias en mis testículos y asumí que se trataba de mi mujer, que había regresado, de modo que la dejé juguetear con mis pelotas esperando a despejarme del aturdimiento para un polvete post-siesta. Las caricias consistían en un leve masaje y en un dedito que se introducía en mi ano. No era lo habitual. Sentí una nueva y extraña excitación y me empalmé al instante. Este tipo de prácticas no eran lo usual ni para mi ni para mi mujer, pero la verdad es que la sensación me agradaba, puesto que habíamos caído en una monotonía sexual preocupante.
Hasta aquí lo recuerdo como en una especie de neblina ya que, o aún seguía dormido como un tronco, cosa que dudo, porque si no yo ya no recordaría nada y sé que no pudo ser un sueño o bien me estaba despertando y no atinaba a decir nada. Lo que si sé es que me encontraba sumido en un nuevo placer que me arrastraba sin remedio.
El cambio me hizo recuperar parte del sentido y esta vez, ya definitivamente despierto, noté que algo más grande que un dedo entró de golpe en mi ano. Esta vez si abrí aún más mi mente y los ojos y, aunque atontado, pude pensar en qué coño estaría haciéndome mi mujer. ¿Me había metido el consolador que le regalé? ¿Cómo osaba ella meterme nada por mi virginal culo y además último reducto de mi hombría? Por lo pronto me pareció que me iba a estallar el culo y esta vez ya despejado por completo, iba a darme la vuelta para saber qué diablos me había introducido en mi ano cuando oí un suspiro mucho más grave que el que hubiera emitido mi mujer, tanto era así, que pronto se convirtió en varios jadeos del todo varoniles. No podía ser… ¡Era mi hijo el que me estaba dando por detrás! Mi propio hijo me estaba desvirgando. Sentí que el mundo desaparecía ante mi, porque notar como el pene de tu hijo entra y sale a su antojo de tu estrecho culo es algo que no se ve todos los días… Y también es algo para lo jamás ningún hombre ha estado preparado. ¿Cómo salía yo de ésta? Por una parte sentía vergüenza de que mi hijo me hubiese notado gozando aquello,pese a quedar mi hombría y mi masculinidad paternal en entredicho. Pero por otra parte, como padre, creía conveniente detener la situación.
Pero ¿Dar clases de sexualidad mientras te están rompiendo el culo? Mi hijo, ajeno a mis pensamientos, seguía enculándome y yo, sin ser muy consciente de ello ya comenzaba a gozar de esta nueva e insólita situación… Me quedé clavado sin saber qué hacer, como fingiendo que seguía dormido en medio de mi siesta, para desentenderme de la situación; pero el deslazamiento de la verga de mi hijo dentro de mi ano, rozando casi mi próstata me estaba jugando una mala pasada. En mi aparente sueño empecé a notar un tremendo cosquilleo en la parte comprendida entre el ano y los testículos hasta que el crescendo me llevó a una corrida que con un grito sacudió todo mi cuerpo. Era la primera vez, a mis 37 años, que profanaban mi culo. Ahora si que me quedé exhausto en la cama sin explicarme qué coño había pasado ni cómo. Al cabo de un momento, la respiración del chaval se alteró, y respirando hondo detuvo el bombeo. Noté claramente como se hinchaba su polla entre las paredes de mi culo y el calor que desprendía la leche que soltaba.
Cuando acabó, el cabronazo se fue corriendo como alma que lleva el diablo. Y yo una vez solo, me toqué el culo, y rozando mi esfínter lo noté chorreando. Y había algo más. Al parecer mi hijo se la habría untado con crema hidratante porque me olía el culo a crema y a semen, a semen de mi propio hijo.
Me duché y me hice un pedazo de paja bajo la ducha que casi me desmayo.
Desde entonces el sexo con mi mujer ha finalizado por completo. Esa tarde no sólo descubrí que mi hijo es gay, sino que yo también debo de tener un ramalazo acojonante.
¡Cómo son las cosas! Ahora sólo follo con profesionales, si puedo permitírmelo, ya que he descubierto que además de que me follen, me encanta mamar pollas. Ni conozco, ni quiero conocer a otros como yo para follar. Simplemente, pago y me olvido del tipo, hasta más ver. Debo añadir que hace poco he adquirido un par de consoladores de más de 20 cm cada uno. Ambos tienen su base en forma de un par de cojones. Los tengo para casos de emergencia, escondidos de mi mujer. Por otra parte espero que un día nuestro hijo nos revele su verdadera sexualidad. Yo creo que le aceptaremos, pero os aseguro que me haré el indignado aunque por dentro me muera de ganas de que me encule otra vez.
Autor: Anónimo
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