El enorme bulto del amigo de mi padre


               

Miguel era el mejor amigo de papá, recién cursaba un divorcio en el que no le había ido nada bien según papá me contó. Y para despejarse pensaba ir a nuestra ciudad de vacaciones. Él siempre me trato como un sobrino, sus hijos compartían mi misma edad, aún que llevaba años sin verlos.

Papá llegó con el arrastrando una recocha que se escuchaba desde la calle, se miraban muy felices, no sé quién halagaba más al otro. Yo seguía clavado sobre la libreta acabando las tareas que había retrasado debido al súper y a la cena. Para mi suerte el vuelo se había demorado mucho más de lo común.

– ¡Vaya tiempos! – Decía el mejor amigo de papá tras algunas palmadas sobre el hombro de papá – Bueno… cambiando de tema, tengo que agradecerte este gran favor que me haces, pero en serio, podría hospedarme en un hotel.

– ¡Nada de eso! Mi hijo y yo estamos más que complacidos de tenerte aquí con nosotros; eres familia, Miguel – Respondió papá con amabilidad.


Miguel era un hombre grande y corpulento, sus brazos eran dos troncos que hacían juego con sus piernas fornidas; papá y él habían jugado fútbol americano en la universidad; a sus 44 años ambos se mantenían en muy buena forma. Ambos poseían una complexión muy similar.

El apartamento era realmente muy pequeño, asi que el amigo de mi papá se tuvo que quedar esa noche en a dormir en mi habitación.

– Está será la cama… es lo suficientemente grande para los dos, no habrá problema con acomodarnos. El baño es aquel, puede sentirse en casa, puede tomar lo que crea necesario. Siéntese en casa.

El señor Miguel tomó asiento en la punta de la cama y comenzó a deshacer sus agujetas mientras sostenía una conversación conmigo, todo giraba en torno en lo mucho que yo crecí desde la última vez que nos vimos. No hizo falta la pregunta sobre mi relación con las mujeres, le conté un poco sobre la chica con la que salía en esa época. Al poco rato el señor Miguel se encontraba tan solo con una trusa blanca que abrazaba el enorme bulto que a relieve se miraba bastante más grande de lo que se le marcaba en los jeans.

Apenaba baje un poco la cara, aún que el morbo me obligaba a mirar de reojo mientras terminaba de desvestirse.

– Espero no incomodarte, suelo dormir desnudó, pero dudo mucho que eso le guste a tu padre. Déjame encontrar unos shorts en la maleta – Dijo mientras se inclinaba para abrir el zíper del contenedor de su ropa, mientras buscaba miraba sus piernas musculosas y ese culo peludo tan perfecto que se trasparentaba un poco tras la tela blanca y delgada.

– No es necesario, por mi puede dormir así si se siente cómodo – dije algo nervioso- después de todo papá no sube aquí al menos que requiera algo… y por la hora – mire mi reloj – dudo mucho que requiera algo hasta mañana… a parte mi puerta tiene seguro, usted póngase cómodo. ¿Qué más podría ver? – Dije riendo con más nerviosísimo- tenemos lo mismo ¿no?

Ambos reímos. No quise quedarme atrás, y después de unos minutos ambos terminamos recostados en cada mitad de la cama portando solo ropa interior.

Yo no podía consolidar el sueño con todas esas imágenes morbosas que en mi cabeza caminaban después de verlo desvestirse frente a mis ojos, trataba de no olvidar el tamaño de su bulto, un mayúsculo tamaño que asemejaban el tamaño de una toronja.

¡Dios! Tuve que hacer el menor ruido posible para no despertarlo; pronto del otro lado de la cama venían unos pequeños ronquidos que iban en aumento. Pero cada vez que me movía parecía despertar un poco, y por eso preferí quedarme aún más quieto.


Quien se negaba a estar quieta era mi verga que ya palpitaba con fuerza dentro de mis calzones. Era demasiado morbo, y todo lo que intentara hacer sería contraproducente para mí, así que preferí solo conciliar el sueño. Fue difícil, estaba muy excitado… pero logré dormir un rato; no calculo más de una hora, mi cabeza no dejaba de susurrarme.

El está muy dormido, lo suficiente como para no darse cuenta que su parte más íntima acaricia mi espalda casi llegando a la raya entre mis nalgas. Hasta ese momento no pienso hacer nada, mi cabeza tiene mil escenarios, pero ninguno es favorecedor para apagar mi morbo. En el menor de los escenarios quiero tocar y descubrir el tamaño de ese miembro que he sentido palpitar contra mi piel.

Me pregunto si está tan húmeda como la punta de mi pene, si su liquido comienza a traspasar la tela… ¿que estará soñando?

Mi duda es tan Grande como el pedazo de carne que impacta contra mí, entonces con mucho cuidado me arrimo para hacer presión y noto que en verdad está muy duro. Ese ligero movimiento que impacta contra su miembro lo hace responder con un par de palpitaciones de su gorda cabeza.

Diablos, ¿en qué estás pensando? ¡Es el mejor amigo de papá! Esto no está bien, pasa por mi cabeza mientras hago movimientos premeditados con mi cadera intentando tener algún otro tipo de respuesta que confirme que si está dormido.

Respiro hondo, y me doy cuenta que estoy cometiendo una tontería. Pero mi morbo es más grande y me guardo al pudor para otro momento. Estiro mi mano tras mi espalda, como si quisiera acomodarme el calzoncillo, como si me incomodara ese trozo que punza sobre mi espalda baja. Entonces logró rozar con saña aquella extremidad de Miguel.

¡Es enorme! ¡La verga de Miguel es un verdadero monstruo! No solo es gorda, es larga; de la punta a la base es un gran recorrido para mis manos, y cerrar el puño para apretar le resulta tarea difícil a mi puño. Todo eso pasa por mi cabeza mientras juego con el duro pedazo de carne que el hombre a mis espaldas carga entre sus musculosas y peludas piernas.

Estoy a nada de hacer algo que jamás me atrevería a hacer… pero mi sangre caliente quiere investigar qué se oculta detrás de esa trusa blanca que ya muestra señas de líquido en la punta. La punta está tan húmeda, que muero por llevar mis dedos a mi nariz para sentir su olor a macho. Giro como si me acomodara, quedó frente a frente del Sr. Brennan, sus ronquidos siguen siendo tan sutiles como audibles, y yo lo único que quiero es continuar con mi juego peligroso. Me digo mientras empujo con cuidado la pierna que obstaculiza el fácil desliz de la trusa.

Las piernas quedan extendidas, y la trusa enseña la erección a todo lo que da. La luz de la calle hace un contraste de sombras que impactan mi atención con el tamaño del relieve de la verga dura que dibuja y contornea las venas y la gran cabeza dentro de la delgada tela. La pobre trusa está tan estirada que trasparenta la piel, el tamaño de la polla es un gran reto para la trusa; y eso también complica la elasticidad para descubrir lo que hay dentro de ella.

Tiro lentamente del borde y el tronco asoma junto a tres venas igual de hinchadas.

La verga sale disparada en un brinco sorpresivo que parece agradecer su libertad. La punta está tan húmeda como la gota que recién brota de la punta gorda y colorada. Mi saliva brota de mis papilas que mueren por probar el lubricante trasparente y viscoso que nace del glande, y en mi mente sigo tan pendiente como alerta de que el Sr. Miguel no despierte. Mi curiosidad pone mis manos en marcha, juego un poco con su verga, quien no ha dejado de emitir esos ronquidos que me sirven de alarma para saber si despierta. 


La ladeo, la coloco sobre su abdomen, la miro de arriba, desde abajo, observo sus huevos lampiños y esa cabeza tan inmensa como el tronco. Mientras más la toco, más gotas brotan de la punta, y me pregunto qué soñara para lubricar de esa manera. No detengo por nada mi exploración, al contrario, me tomo el atrevimiento de retirar toda la trusa, paseando por sus piernas hasta dejar esas piernas velludas en su lugar.

Aguardo unos segundos para oler su ropa interior ¡vaya hedor viril que expide! Es un verdadero aroma a macho. De inmediato me pone más dura la verga. Regreso mis manos a ese juguete de carne, lo rodeo con la mano y comienzo a moverlo con suavidad sintiendo como la piel sube y baja hasta cubrir parte de la cabeza hinchada. La polla se ha puesto tan grande que la piel solo alcanza a cubrir la mitad del glande a pesar de no estar circundado.

Bajo hasta su verga y esta vez la olfateo para confirmar el olor en la trusa. Huele más intenso. Le doy una lamida al glande para recoger la gota que recién brota al oprimir con fuerza la dureza de su base; es como exprimir un dulce y llevar la pulpa hasta la salida. El sabor es salado y excitante, solo incita a retarme a comerme la verga completa.

Abro la boca tan Grande como puedo y el reto no es cualquier cosa; que bueno que se trata de mamar y no de coger, esa verga hubiera dolido demasiado. Mis manos masturban la base, y mi boca traga hasta donde puede. En un momento me he olvidado que se la chupo al mejor amigo de mi papá que duerme y comparte cuarto conmigo. 

Algo llamó mi atención después de estar chupando consecutivamente. Fue el silencio y la detención de aquellos ronquidos, levanté la vista y me encuentro con Miguel aun dormido; al menos eso parecía, porque no emitía ningún sonido, pero tampoco estaba despierto. Por unos segundos me detuve a pensar si acaso seguía dormido o si ya había interrumpido su sueño. 

Entonces continué con mi tarea, seguí chupando y succionando hasta donde me permitía mi boca. Mis manos aumentaron el ritmo girando por todo el contorno.

Una lluvia de semen comenzó a emerger de la punta roja y colorada de la enorme verga. Se notaba que llevaba tiempo sin atenderse. Los primeros chorros pegaron en mi cara, la leche se sentía caliente mientras escurrían por mi Barbilla. Mi pecho también recibió algunos impactos, con los dedos seguí ayudándolo a exprimir hasta la última gota; si estaba despierto, supo cómo fingir, porque el hombre no se retorció ni mostró gesto que lo delatara.

Sus piernas quedaron bañadas en su líquido, y yo esperé hasta que si verga perdió tamaño, hasta que la piel regresó a su tamaño y envolvió el glande. Aún dormida se miraba de gran tamaño. Lo dejé dormir desnudó después de limpiarlo; y guardé su calzón como premio de esa noche.
FIN.
AUTOR: Un tal Lucas.


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