Siempre que quieras...


Fui a visitar a mis padres por unos días, en plena hermosa primavera. Lo que paso fue totalmente inesperado y en modo alguno deseado...

Mi nombre es Alejandro. Era una cálida noche de primavera mientras yo yacía en la cama de mi antigua habitación. Había venido a casa de mis padres para una breve visita. Esto casado y soy padre de un niño muy revoltoso de que acaba de cumplir ahora 7 años. Mi hijo estaba con fiebre y era mejor para el niño quedarse en casa y no viajar, por lo que me esposa se quedó a su cuidado mientras yo estaba fuera. Pese al inconveniente, la visita a casa de mis papás había sido divertida... Volver a verles, compartir unas risas, una cena y sobre todo, comprobar lo mucho que había crecido mi hermano menor. Mi hermanito, que se llama Rubén, tenía entonces 15 años. Fue un nacimiento inesperado pero todos estábamos felices porque fue como un rayo de luz que nos alegraba el día a toda la familia. Ahora casi era más alto y más fuerte que yo... Esta casa me traía a la memoria buenos recuerdos de mi infancia y pubertad, regresando a ella después de jugar al fútbol con mis amigos, para hacerme un pajote bajo la ducha, o recordar conversaciones sexuales mantenidas casi en secreto con ellos, y recordarlas acostado en mi cama, y notar una erección instantánea que siempre terminaba en una explosión de leche caliente, mi propia leche de adolescente... Recordando todo eso, y aunque en la casa se hallaban otros invitados, parientes lejanos de mi padre, todavía encontré algo de privacidad acomodado en mi antigua habitación, para masturbarme pensando en todo aquello. No lo puedo evitar. Me gusta el sexo demasiado y a la mínima estoy caliente, como un adolescente, como mi propio hermano, supongo. En aquellos días yo contaba con 28 años de edad. Me considero un tío normal, mido 1.86 metros y peso unos 75 kilos. Disfruto de la vida de casado, e intento mantenerme en forma con un poco de ejercicio, especialmente montar en bicicleta. Sabía bien lo que era el sexo, hacer el amor, o follar, disfrutaba yo y hacía disfrutar a mi esposa. Me ponía especialmente a cien que me la chuparan. Era algo superior a mi. Cuando yo mismo acariciaba mi sexo, me sentía especialmente complacido con los 19 cm de polla que Dios me dio. Esa noche primavera, yaciendo en aquella cama tan familiar, fui consciente de la luz de la luna llena entrando a raudales por la ventana, que iluminaba suavemente mi cuerpo en la penumbra de la habitación. Mis Calvin Klein blancos y ajustados casi brillaban en la oscuridad. Aunque no estaba particularmente cachondo esa noche, mi polla yacía tranquila entre mi ropa interior. No estaba dura mi mucho menos, quizás algo inflada, en el estado previo a una erección, en tanto que yo yacía de costado, frente a la puerta de acceso a la habitación, las sábanas enredadas entre mis pies. Me gusta imaginarme que en aquel momento el bulto de mis calzoncillos de mi entrepierna sería claramente visible si hubiera alguien allá adentro conmigo... Era ya muy tarde, de madrugada. La casa se había quedado en silencio mientras toda la familia se había ido a la cama un par de horas antes. Yo no dormía aún, más bien me hallaba en ese momento en que apenas comienzas a adormecerte. Y entonces escuché muy bien que se abría la puerta de mi habitación. La silueta que vislumbré dentro de mi habitación rebeló que se trataba mi hermano menor. Supuse que debía de estar buscando algo que quizás había dejado olvidado en la habitación. A través de mis ojos entreabiertos lo vi en silencio cerrando la puerta y escuché claramente que pasaba el pestillo. ¿Por qué hacía eso? Se volvió lentamente y caminó hacia el lado de mi cama. Mis ojos apenas se entreabrieron. Sólo atiné a notar que su respiración era lenta, constante, y muy profunda. Me pregunté si sentiría bien, si acaso tenía algún problema. Se detuvo al lado de mi cama durante un par de minutos, y fui consciente que mi hermano simplemente contemplaba la forma desnuda de mi cuerpo en la tenue luz de la luna que se proyectaba desde mi ventana. Después noté que además de mi cuerpo, su atención estaba focalizaba en el bulto mi mis Calvin Klein. Asumir ambas cosas, por alguna razón que no llego a explicarme, provocó una leve descarga eléctrica en mis hormonas y mi sexo pareció despertar, en guardia, lo mismo que mis cojones. Acto seguido Rubén extendió su mano y la pasó suavemente sobre mi pecho peludo, sus dedos rodeando mis pezones, haciéndolos pararse duros. Mis pezones no fueron la única parte de mi cuerpo en ponerse duros... A aquellas alturas mi polla llegó lentamente a la erección completa. La tela de mis calzoncillos se tensó mientras mi pene crecía alcanzando su máximo grosor... ¿Pero que me está haciendo mi hermano?, pensé yo medio atontado por la vigilia del sueño, y claro, por esa extraña situación. ¿Mi hermano es gay y ahora quiere mi polla? Segundos más tarde, cuando mi hermano se agachó y pasó sus dedos sobre la suave tela de mis calzoncillos, le escuché dar un ligero gritito ahogado, justo cuando entró en contacto con mi dura verga. Abrí mis ojos un poco más y vi que Rubén, en aquella lechosa luz de luna, se hallaba de pie, vestido sólo con sus calzoncillos de adolescente, y que mientras me sobaba, con su otra se acariaba el bulto de su propio sexo sobre su ropa interior. Entonces supe que ese era el momento de detener todo aquello. ¿Rubén es gay y quiere incestar conmigo, su propio hermano mayor?, pensé a la velocidad del rayo. Yo soy un hombre, me dije a mi mismo, no soy marica, joder. Pero entonces mi hermano dejó de acariciarse a si mismo y con sus manos alcanzó la banda elástica de mi calzoncillos y se las arregló para bajarlos hasta la altura de mis cojones. Mi sexo quedó entonces expuesto, tembloroso. Lo noté húmedo, como si tras orinar quedasen ahí arriba algunas gotitas de orín... ¡De ningún modo! Yo no sentía ganas de orinar. Aquella humedad era líquido preseminal de mi propia leche, muestra de lo cachondo que se mostraba mi cuerpo por la emoción del momento, con sentimientos contrariados. Entonces supe que me hallaba totalmente vencido, a su merced. Agarró mi polla pegada a mi estómago y la sostuvo en el aire. Mi verga estaba dura como el acero, el líquido preseminal rezumando de la punta, y todo mi ser enervado. Sentí que me hervía la sangre. Entonces Rubén inclinó su cabeza hacia mi sexo y simplemente lo engulló. Sentí su lengua entre sus labios y lamiéndome el glande y probablemente sin él saberlo, tragándose mi precum. Pronto noté todo mi vergote como húmedo, entre sus babas y lo que no eran babas... ¡Dios, mi hermanito me estaba comiendo la polla con la misma naturalidad que me la comía mi señora esposa! Aquella certeza me puso aún más cachondo, porque asumí que mi polla no era la primera que mi hermano degustaba... Muy al contrario que yo, que jamás sentí interés alguno por comerme ningún rabo varonil, ni que un ningún hombre diera cuenta del mío... Se me escapó un gemido bien audible... -¡Rubén qué me estás haciendo! -exclamé más que pregunté. Era la primera vez que un hombre me hacía una felación. Y me la estaba haciendo mi propio hermano. Apenas podía creerme lo que estaba sucediendo en aquella habitación... Entonces Rubén se dedicó a tragarse paulatinamente toda mi polla, mis 19 cm, de arriba a abajo, hasta alcanzar la base de huevos... Se atragantó a medio hacer, y tosió repetidas veces. Farfulló y volvió a la carga, sin que el tamaño de mi sexo le acobardara. Yo, pese a mis contradicciones, sentí que tocaba el cielo. -¡Oh Rubén! -exclamé- ¡Ostia puta, chaval! El siguió chupando, recibiendo quizás mis palabras como una aprobación de que lo estaba haciendo fenomenal. -¡Rubén, hermanito, esto es genial! -dije ya del todo vencido, entre susurros-¡Si te gusta esto, mi polla es tuya! -¿De verdad? -inquirió él con sorpresa y alegría en la voz. -¡Tómalo con calma y disfruta, chaval! -exclamé retorciéndome de placer. Tuve que darle algunas instrucciones para hacerlo más ameno para él así que de algún modo logró desarrollar un buen ritmo mientras subía y bajaba en mi por mi polla dura, muriéndome del gusto. En un momento dado, extendí mi mano y tiré de sus calzoncillos hacia abajo y logré agarrar su polla. Estaba bien dura como el acero y presentaba un tamaño más que respetable. Me dejé llevar por aquella incestuosa situación: con una mano le agarraba del cabello, que no se fuera, mientras degustaba mi sexo, y con la otra comencé a masturbarlo frenéticamente... Después de un rato, me incorporé sobre la cama, me levanté y le obligué a acostarse en mi cama, para acto seguido tragarme su verga. Toda entera. Mi primer rabo, el mi hermano menor, incluyendo sus pelotas. Él jadeó y se corcoveó mientras su pene se deslizaba por el interior de mi garganta. Su sorprendente sabor salado, masculino y viril no me desagradó. No sé cómo, pero no me atraganté, ni tosí. -¡Joder Alejandro! -gritó- ¡Ostia puta, joder! Tuve que hacerlo callar y le dije que no gritara tanto. Apretó los dientes mientras yo lamí y chupé su polla dura. Dejándome llevar por la calentura, me deslicé sobre la cama, guiándole a él también en mis movimientos, hasta alcanzar la posición del 69. De nuevo él tomó mi verga palpitante entre sus labios, al principio torpe y lentamente, para más tarde acelerar sus chupadas sobre el tronco de mi polla. Yo a él se la chupé con toda la fuerza de mi hombría y virilidad, acelerando mis movimientos sobre su sexo joven de adolescente. Y aquella habitación se convirtió en un algarabía de gemidos y de placer. Pronto mi hermano pareció retorcerse, mientras yo aún se la chupaba, y bombeando sus caderas sobre mi cara, tratando de conducir su verga sobre lo más profundo de mi garganta, dejó escapar un profundo gemido. Luego su polla pareció explotar en mi garganta. -¡Me corro Alejandro! -gritó Me tragué su caliente semilla sabrosa. Fue el primer semen que probé en toda mi vida. Aquello hizo que mi propia verga se pusiera aún mis rígida hasta que por fin me corrí sobre los labios de Rubén, con profundo gruñido que terminó transformándose en un par de gemidos mientras me vaciaba. Luego se alzó el silencio en aquella habitación, a veces interrumpido por nuestras respiraciones entrecortadas. -No esperaba esto, Rubén -dije yo por fin- Ha sido fantástico. -Gracias -dijo él. ¿De verdad te gustó? A ti sólo te gustan las mujeres. ¡El pobre, qué sabría de la vida a sus 15 años! -Rubén, hermanito, a mi lo que me gusta de verdad es el sexo. Nunca antes había ido con hombres, pero si he conocido a muchas mujeres. En ese momento Rubén, se bajó de la cama, se puso los calzoncillos y pareció esperar una especie de sentencia. -¡Lo que nunca me hubiera imaginado es que mi primera experiencia con un hombre la tendría con mi hermano menor! -¡Somos unos guarros! -exclamó- ¿Pero en serio te ha gustado? -Si Rubén. Ven a verme siempre que quieras. Siempre que quieras. Durante el par de noches que estuve ahí, repetimos y repetimos y me exprimió como a un limón. Y yo a él. No me arrepiento de haber hecho incesto con mi hermano, ni de haber descubierto mi lado homo... Y si alguno de vosotros se lo está preguntando, yo sigo casado con mi mujer y pronto nacerá nuestro próximo hijo. Amo a mi esposa, a mi hijo, a mi hermano y a toda mi familia. La respuesta a la pregunta final: ¿hasta cuándo duró aquello con Rubén? No sucedió nunca más. Terminó cuando yo volví junto a mi esposa. Eso sí, nos despedimos con un fuerte y cálido abrazo. FIN. Traducción libre de My kid brother, por Rubén Rodríguez y pulicado originalmente en Nifty.org

Comentarios