BUSCANDO A UN PADRE, ENCONTRANDO A UN HIJO. 2
PRIMERA PARTE DISPONIBLE AQUÍ.
Sólo nosotros dos.
Nuestra casa de campo sólo distaba apenas 200 kilómetros de la gran ciudad. Nuestro automóbil, a pesar de ir cargado hasta los topes, respondía muy bien circulando por aquellas carreteras secundarias, lejos de las autopistas y aún de las grandes avenidas urbanas para las que fue diseñado. Durante el trayecto nuestra conversación fue muy amena y fluída y Ahmed se dirigíó a mí varias veces por mi nombre de pila.
-¡No me llames Nathan! -terminé diciéndole- Puedes llamarme simplemente papá. Me encantaría que me llamaras papá. ¡Hasta tu madre estaría orgullosa de escuchar a su hijo llamando su esposo papá!
Por el rabillo del ojo, con la mirada puesta en aquella serpenteante carretera, pude notar como Ahmed clavaba sus ojos en mi, y que al final, me sonreía.
-Está bien -sentenció Ahmed- ¡Es que aún no me puedo creer que por fin tengo un padre maravilloso!
-Pues lo tienes, hijo. ¡Ese soy yo! -exclamé firmemente.
-No sólo no me reprochas por lo que te hice, ya sabes... Si no que además me animas a llamarte papá.
-¡Yo también necesito un hijo, Ahmed! -dije yo- Y déjame repetirte que de ahora en adelante siempre voy a estar por ti y por todo lo que necesites, hijo mío.
-¡Mira papá tú ya sabes lo que yo necesito! -dijo Ahmed, usando un tono de voz descaramente pícaro- Sé que estoy siendo muy atrevido, pero... ¿Cuando lleguemos a casa, podría comerte la polla otra vez, papá?
No me sorprendió nada aquella petición.
-Tengo un hijo que quiere tener sexo con su padre. Y yo siempre he querido ser padre, y ahora que lo soy, te acepto como eres, Nathan. Y como me lo estás pidiendo cortesmente, y no me estás asaltando ni forzando, como la otra noche... Pues te diría que si, hijo, que puedes comerme la polla de nuevo... Sobretodo, ¡aprovechando que tu madre no está cerca!
No fui consciente en aquellos momentos de mi erección.
-Pero primero tenemos que llegar -añadí ignorando el promiente bulto que se había formado en mi entrepierna- Y después quiero que nos relajemos los dos. Vamos a estar una temporada solos tu y yo, sólo nosotros dos. De modo que vamos a tomarnos esto con calma. No hay ninguna prisa, Ahmed.
No hacía falta ser un lince para saber que Ahmed también estaba empalmado. Una rápida mirada a su bragueta, en aquellos ceñidos y elásticos vaqueros, así lo confirmaba. Era una reacción bien natural, por parte de Ahmed, ahora que él sabía que podía comerse de nuevo mi rabo. Yo por mi parte asumí que sería un necio si no permitiese que Ahmed se acercase a mi para dar buena cuenta de mi sexo. Mi reacción física era tan natural como la suya.
Cuando por fin llegamos a destino fue sorprendentemente grato comprobar como el personal que Abby había contratado para revivir de nuevo aquella casa y hacerla de nuevo acojedora para nosotros dos, se había esmerado hasta un punto que sobrepasaba todas las expectativas: no había ni una sola mota de polvo por ningún rincón de aquella casa de estilo Tudor, las sábanas limpias, la nevera y el congelador a rebosar y hasta una breve nota de bienvenida de parte de todos ellos. Más tarde, tras instalarnos y comer algo, Ahmed sugirió de ir al río, a nadar. ¿Y por qué no? Faltaban muy pocos días para el inicio del verano y la temperatura era muy agradable. El río, ancho y de aguas claras y templadas, discurría a pocos metros de la casa. Una vez en la orilla, respiré hondo, gozando el aire limpio, agradecido por no estar en la gran ciudad. Mi hijo vestía un ceñido bañador, color rojo, el bulto de su sexo bien definido entre sus piernas. Su liso vientre y su fibrada musculatura delataban que su cuerpo se iba adentrando en la edad adulta, dejando atrás la adoslescencia. Animado ante aquel sentimiento, una extraña idea surgió en mi cabeza, y sonriendo se la expuse a mi hijo.
-Aquí estamos sólos tú y yo, Ahmed, y más allá, a pocos kilómetros está el pueblo -dije- Por lo que de ahora de adelante podemos hacer lo que nos venga en gana. ¡Nada ni nadie nos controla!
-¡Claro papá, somos libres!
-Entonces, ¿qué te parece si nos bañamos en pelota picada? ¡Quitemonos la ropa, fuera con el bañador! ¿Qué te parece, hijo?
-¡Papá si hacemos eso voy a empalmarme de nuevo sin remedio!
-Bueno muchacho, tu ya estás familiarizado con mi polla. Y como tu deseo es hacerme una mamada, cuando me toques seguro que tu también te pondrás duro como una vara, así que verte empalmado, muchacho, no ha de ser ningún problema.
Él suspiró como si aquella idea, la de estar los dos desnudos, y nuestras vergas duras como el hierro, le infundiera un gran respeto. En ese momento yo me quité mi bañador blanco, tipo bóxer ajustado, y mi hombría quedó expuesta. Yo estaba bien empalmado, mi erecta masculinidad se rebeló ante sus maravillados ojos. Finalmente, él también se atrevió a despojarse de su bañador y fue la primera vez que le vi totalmente desnudo. Con eso bastó para que él me mostrasa a su vez su erección y que no se avergonzara de ello. Antes de meter un pie en el agua, hice algo que nunca antes había hecho, y fue besarle. Y mientras amorosamente le besaba fui manosenado y acaraciando su cuerpo, y su liso vientre, y su torso, y aquella atlética espadla. No rechazó mis besos, ni mis abrazos y terminó besándome agarrado a mi sexo. De repente me aparté y salté al agua.
-¡Tonto el último! -grité antes de zambullirme.
En el agua todo fue como un juego amatorio en el que, entre brazada y brazada y saltos y zambullidas en el agua, nos acercábamos el uno al otro para seguir besándomos, y continuar acariciándonos. En un momento dado, frente a frente, mi mano sobre su sexo y la suya en el mío, nos masturbábamos el uno otro como si de una broma inocente se tratara, hasta que por fin, salimos del agua, y estirados sobre la hierba, nuestras pollas mirando al cielo, y nuestros cuerpos pegados el uno al otro, le pregunté si alguna vez le habían hecho sexo oral a él. Dijo que no, que no había llegado la oportunidad. Entonces simplemente le besé. Besé sus labios carnosos, su mentón, su cuello, su torso y su vientre, notando su sexo palpitante a pocos centímetros de mi boca.
-¡No papá, eso no! -suspiró - Yo sólo quiero darte placer a ti, no es necesario lo que estás a punto de hacer. No lo tomes mal, pero es que yo... Aún no puedo, no sé cómo...
-Ahmed, tu quieres un padre con el puedas tener sexo. Y yo te lo vuelvo a decir: yo soy el padre que has estado buscando. Te acepto tal y como eres, hijo, y créeme que ya no deseo tener otro hijo. Te amo a ti, Ahmed, y como te amo, quiero seguir adelante con esto... Tu te mueres por comerme la polla, pero yo antes debo complacerte a ti, muchacho.
-¡Pero papá!
-Yo seré el primero que te de placer, hijo. Es lo que deseo ahora mismo -sentencié agarrado a su mástil varonil- Y eso mismo voy a hacer, por que ahora los dos podemos. Esto será entre tu yo, hijo.
Y en un instante su pene fue mío, y lo hice mío. Sus suspiros y gemidos llenaron el aire de harmonías amatorias, y el salado sabor del sexo de mi hijo, me complació tanto hasta el punto de saber que aquella, su primera manada, se estaba transformando en una aureola de placer. Tambien era la primera vez que yo, a mis 44 años me comía una polla. Y me encantaba.
-¡Oh papá qué rico!
-¡Una buena mamada debe ser como la que me diste tú la otra noche, niño! Y después de está vendrán más, muchas más.
Yo no quería soltar su sexo, húmedo por mi saliva, y palpitante por su excitación. Bastó que lo agarrara fuertemente con un par de sacudidas para que se corriera. Una fuente de leche caliente me salpicó la cara, en tanto que la suya fue un poema de placer.
-¡Oh papá -dijo entre suspiros- jamás olvidaré esto!
-Ni yo, hijo mío -dije yo notando las gotas del semen del muchacho resbalando por mi cara.
Y rápido como un rayó, sin verlo venir, sentí su lengua lamiendo mis bolas, como un breve juego, antes de que su lengua comenzara de nuevo un viaje tan excitante como demoledor sobre el tronco de mi sexo. Probó levemente el glande, que ya presentaba gotas de líquido preseminal, y se tragó mi verga con seguridad y determinación. Y es que eso, era todo lo que mi hijo quería: mi sexo, duro como el hierro, para poder degustarlo en su boca. La otra noche, mi hijo estando borracho me comió traidoramente la polla, y obviamente pudo pensar que lo mandaría directamente al infierno. Pero ahora, en esta segunda mamada, por mutuo consentimiento, la tensión por lo prohibido de la situación parental, se había relajado del todo. Así que movió y jugó con su lengua por todo mi sexo, dentro de su boca. Yo me agarraba a su cabeza, mis manos entre su nuca, gritando de placer, que supiera que su buen hacer me llevaba al cielo. Y sin advertirle me corrí en boca, seguro de que una vez más, Ahmed desearía beberse mi semen otra vez. Me corrí como un animal, regalándole a mi hijo una nueva carga de la masculinidad de su padre.
Una vez recuperados del orgasmo, los dos volvimos al agua, y la tarde trasncurrió entre risas y chapoteos.
FIN DE LA SEGUNDA PARTE.
Traducción libre de: Looking for a father
Autor: Daniel Berasaluce Fras
Disponible en Nifty.org
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